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¡GUERRA A CUCHILLO! Sucesora del chavismo, María Gabriela, se enfrentaría al poder de Cilia Flores

La posibilidad de salir de “el hijo de Chávez” para entrar en “la hija de Chávez” no solo sería un movimiento desesperado, sino otra fractura al interior del poder. Si María Gabriela Chávez es lo mejorcito que puede proponer un sector del gobierno para salir del atolladero en que han sumido al país, entonces la crisis es aún más seria de lo que imaginábamos. 

Porque lejos de participar en el chismorreo colectivo que rodea a @Gaby80 -y que ella misma se encarga de promover gracias a su adicción al Twitter, Facebook, Instagram y afines-, lanzarla como candidata presidencial no solo parecería lo que es (un movimiento desesperado), sino que contribuiría a afianzar lo que ya sabemos, pero visto desde la orilla del Psuv: que Nicolás Maduro fue el más inconmensurable fracaso que haya pisado Miraflores. Mas la segunda lectura obvia: que ese error tiene nombre y apellido, Hugo Chávez, el papá de la criatura en todas sus acepciones.

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Con los pronósticos económicos que se avecinan, la crisis de gobernabilidad que ya agarró calle, más la percepción en los simpatizantes del oficialismo de que el chavismo era Chavez y después vino el diluvio, resultaría muy cuesta arriba salir de “el hijo de Chávez” para entrar en “la hija de Chávez”, decisión que podría dejar a su paso un reguero de cadáveres políticos que hoy pisan fuerte en el gobierno y ni de broma querrán soltar el corito así como así.

Comencemos por las mujeres. ¿Va a permitir Cilia Flores que le arrebaten el poder acumulado y engrandecido este último año, precisamente de manos de una de las muchachas que no pudo sacar de La Casona? ¿Se quedará tranquila su gran amiga y aliada, Iris Varela? ¿Y sus amigas colocadas en el TSJ? ¿Y sus camaradas de la Asamblea Nacional? Difícil. Como difícil se la podría poner la diputada Marlenys Contreras, esposa de Diosdado Cabello, cuya ambición de ser Primera Dama y ver a su marido sentarse en Miraflores se vería cada vez más inalcanzable. Sin contar con que Diosdado quedaría como un militar desplazado por una chica. Pésimo para su ego.

En el territorio masculino obviamente que se armaría la tremolina dentro de la tremolina que ya existe entre los grupos, subgrupos y tendencias que comienzan a horadar los partidos del gobierno. Ya podemos imaginar al analista pret -a-porter, Oscar Schemell, elaborando escenarios para el mejor postor, inventándole una épica cargada de adjetivos y mostrándole unas encuestas donde siempre saldrá vencedor. En este territorio, sobran los que ofrecerán su pierna para cualquier zancadilla.

Y todo esto sin contar con los boliburgueses, lo que tienen amarrados contratos y comisiones con el ministro tal o el general aquél. Porque – valga el detalle-, el novio mas reciente de Maria Gabriela se hace llamar empresario y la acompañó, de flux y corbata, a la Asamblea General de la ONU, adonde entraron tomados del brazo con un gesto de seriedad en el rostro, como si de verdad se creyeran lo que les está pasando. O como si desde ya se imaginaran las nuevas redes a tejer en el submundo de las contrataciones y las comisiones y el cómo quedo yo ahí. En esto, como sabemos, ya Maria Gabriela debutó con el alarmante negociado del arroz argentino, sombra negra que la perseguirá con más ahínco que su amistad con Pastor Maldonado, el mejor ejemplo del derroche millonario unido al apellido Chávez.

Por ahora, María Gabriela se dedica, básicamente, a amar a su papá a través de su Iphone 6 (un sicoanalista haría un estudio interesantísimo solamente basado en los Twiiters de ella, donde trata a Hugo Chávez como si fuese la viuda), publicar fotos de la hija pequeñita de su hermano Huguito -al menos se sabe algo de él por esa vía-, fotos de sus gatos y de sus muchos viajes con su novio el empresario.

Por su parte, sus seguidoras le piden ayuda, otras le alientan que se lance a la presidencia y, la mayoría, son amiguitas mandándole Emoticons con besitos cada vez que ella cuelga algo bonito.

¿Quién fue el que dijo que siempre se puede estar peor?

Por Elizabeth Fuentes – Konzapata

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