En conversación con El Pitazo una mujer que preservó su identidad expresó que iba a viajar en el peñero repleto de venezolanos que naufragó en las costas de Curazao.
Foto;: Panam Post
«Esta vez mi instinto me dijo que algo iba mal, sentí miedo al pensar que estaría presa. Pero jamás imaginé que corría tanto riesgo de morir ahogada”, fueron las palabras de la mujer que un día antes suspendió el viaje por recomendación de su novio.
La dama relata que en 2015 renunció a su trabajo en una institución del Estado al ver que su trabajo ya no le daba para mantener a su hijo ni a su madre.
Una amiga le recomendó irse a Curazao, donde ofrecían trabajos en restaurantes y cuidando niños. En esa oportunidad la liquidación le permitió comprar el boleto.
“Este 2016, pude comprarme ropa, hacía cinco años que no me compraba un pantalón. Usé perfume y pude darle muchos lujos a mi hijo que en Venezuela es imposible darlos, como juegos de video, tabletas y una gran fiesta el día de su cumpleaños. No es fácil estar lejos de la familia, pero es satisfactorio cuando tu trabajo puede darles bienestar. Mis jefes me quieren mucho, saben que soy una buena persona y varias veces me han ayudado”, relató la mujer.
La reciente Navidad de 2017 decidió regresar a Venezuela para pasarla con su familia. Al conocer sobre la medida de cierre de fronteras marítimas y aérea que ordenó el presidente Nicolás Maduro entró en pánico.
«De ese trabajo depende mi familia de más de siete integrantes. Aquí no se gana al mes ni para comprar la comida de un día”, dijo.
Fue entonces cuando buscó alternativas y un amigo le recomendó este viaje ilegal: «Él me aseguró que ese viaje era seguro, pues estaba acostumbrado a viajar como pescador y como comerciante a las islas vecinas. Incluso, él se quedó unos meses allá y hasta nos vimos. Le tomé la palabra”.
Enseguida la puso el contacto con los lancheros encargados y tuvo que trasladarse a La Vela.
“Al llegar noté mucha confianza, hasta ese momento iban 28 personas en lista, la mayoría se conocía, noté que todos se manejaban bien en ese ambiente y me sentí cómoda. Recuerdo que me dijo que eran 100 dólares en efectivo o al cambio en bolívares para el día del pago, además, que si tenía salvavidas que lo llevara porque ellos no cuentan con muchos, la maleta debe ser sencilla y pequeña. El trato era dejarnos en una zona enmontada a orillas de la playa Koraal Tabak”, precisó.
Pero en los días previos al viaje llamó a su novio en Curazao para contarle y fue quien la persuadió de no viajar.
“Fue allí donde desperté de esa locura y me dije, no me he dado cuenta que también puedo ahogarme. Desde ese día, decidí no viajar, pero solo fueron unas escasas horas antes de que el peñero saliera, todo lo tenía listo, pero Dios iluminó mi mente”, contó con pesar.
Relató además que conoció a muchos de los viajeros, quienes iban ya con trabajo fijo y había familias esperándolos, debido a que muchos ya habían trabajado allá.
«Muchos de esos chamos se acostaban sin comer o veían a sus familiares sufriendo por una medicina, por no tener cómo pagarla. Uno toma esa decisión, no solo por uno, sino por todos los que nos rodean”, expresó.
Redacción Maduradas con información de El Pitazo
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