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¿KARMA? «Así botó Giordani a Barroso de Cadivi» por César Morillo

El 26 de marzo del 2013, apenas unas semanas después de la muerte de Chávez, el coronel Manuel Barroso dejaba su cargo al frente de CADIVI. El hasta entonces presidente de la institución encargada de otorgar las divisas para las importaciones culminaba casi 7 años al frente del organismo. Su salida era un rumor a voces desde hacía tiempo, sin embargo, había logrado sortear los múltiples intentos del ministro Giordani para sacarlo del cargo, pero no pudo más. Esa semana llegó a su despacho pasadas las 10 am y encontró un memorándum firmado por Jorge Giordani en el que le pedía que entregara el despacho.

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Al leer la misiva de su superior jerárquico marcó de inmediato el teléfono de Diosdado Cabello, su protector y amigo, quien lo había captado en el 2001 cuando ocupaba el Ministerio de la Secretaría de la Presidencia, nombrándolo su secretario privado y luego se lo llevó al Ministerio de Infraestructura. De ahí lo impulsó a la presidencia del Banco del Tesoro hasta aterrizar en el organismo administrador de divisas.

Diosdado, molesto y desconcertado, llamó a Nicolás Maduro, presidente en ejercicio y candidato en plena campaña electoral. Maduro se sorprendió por la destitución la cual dijo desconocer y se comprometió a llamar y dejarla sin efecto. No pudo evitarlo. Al llamar a Giordani, éste le respondió que eso estaba entre sus potestades ministeriales y le amenazó con renunciar si Barroso era restituido en su cargo. Giordani puso contra la pared a Maduro, o era el o Barroso, a sabiendas que en plena campaña electoral, una salida suya supondría un escándalo nada conveniente.

Maduro tuvo que tragar grueso y aceptar la destitución de Barroso sin su previa autorización, y así tuvo que comunicárselo a Cabello, que se resignaría con esperar a regañadientes otra oportunidad para ajustar cuentas con el profesor. Vinieron las controversiales elecciones del 14 de abril y en los círculos del poder se especulaba sobre la inminente salida de Giordani del nuevo gabinete ministerial. Pero no ocurrió así, y Giordani fue ratificado en el alto gobierno, ahora como Vice presidente para la Planificación. Pero la procesión iba por dentro.

El objetivo de Giordani era controlar CADIVI, como lo reconoce en su misiva de despedida: “La segunda consistente en mi nombramiento como la autoridad del CADIVI, para aprovechar el peso del Ministro de Planificación y Finanzas, en la instauración de un funcionamiento transparente. Medida esta que él no aceptó”, refiriéndose a Maduro. Consideraba que era el principal foco de corrupción, donde se “habían desaparecido mas de 25.000 millones de dólares en otorgamientos de divisas a empresas fantasmas”. Pero no fue complacido. “Usted quita a Barroso pero el sustituto lo pongo yo”, le respondió el presidente-candidato, y colocó en CADIVI a José Chino Khan, hombre de su plena confianza.

La jugada, aparentemente no planificada, le había salido bien a el sucesor de Chávez. Lograba matar dos pájaros con un solo disparo, sacando a un hombre de confianza de Diosdado y colocando a uno suyo, y todo ello sin necesidad de enfrentarse con quien estaba obligado a compartir el poder.

Giordani debió sentirse como tonto útil en una pelea donde el menos ganador era precisamente él. Las divisas seguían siendo controladas y otorgadas sin tomar en cuenta su opinión y pasaba a ser ahora menos influyente incluso que cuando el presidente era su amigo entrañable y líder absoluto Hugo Chávez. En este instante Giordani pudo renunciar, siendo que su papel era mas testimonial que nunca, pero no lo hizo. Prefirió quedarse en su cargo, hizo silencio, viendo como se hacía caso omiso a sus opiniones.

El monje, como llaman a Giordani en los altos círculos chavistas, fue un ánima en pena durante el año que lleva Maduro al mando, a juzgar por sus aseveraciones póstumas. Pero si, como el reconoce, su opinión para bien o para mal, no era tomada en cuenta ¿por qué no renunció entonces? ¿Por qué esperar a que lo botaran para dar a conocer su opinión de manera pública? Mas aún, si como afirma, “hay una alarmante ausencia de liderazgo en la presidencia de la República”, lo coherente era renunciar e irse con la explicación de rigor.

Ahora bien, la corrupción en CADIVI ha existido siempre, desde que el mismísimo máximo líder era inquilino de Miraflores, y Giordani lo admite en su carta abierta. Desde entonces hizo esfuerzos, según dice, por limpiar el organismo. En varias ocaciones le pidió la renuncia a Barroso y este le ripostaba con un contundente “a mí me puso en el cargo el Comandante y es él quien me quita”. En efecto, Chávez defendió a Barroso contra toda acusación, le pidió que “cerrara el grifo de las divisas a la oligarquía importadora”. Giordani no hace una sola crítica a su difunto líder y menos, por supuesto, una autocrítica.

El poder tiene sus encantos y cuesta despegarse de el. Los privilegios son muchos y “cualquier sacrificio” vale la pena con tal de seguir en el juego. Escoltas, choferes, viajes en aviones oficiales, cenas y encuentros “importantes”, y por sobre todo, estatus social, detalles estos que menosprecian a viva voz los revolucionarios pero que tanto les gusta disfrutar. Eso quizás explica el que Giordani aguantara en silencio hasta el último momento, a pesar de que, según nos dice ahora, las cosas van peor de lo que ya sabíamos.

Por: César Morillo / Konzapata.com

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