El 19 de noviembre de 1947, la víspera de su boda con la princesa Isabel, el príncipe Felipe recibió el título de duque de Edimburgo de manos de su futuro suegro, Jorge VI, con el que se le reconoció en el mundo durante más de 70 años, a pesar de contar con los títulos subsidiarios de conde de Merioneth y barón de Greenwich.
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Harry Mount, especialista en asuntos de la realeza, precisó que el príncipe Felipe nació en 1921 como príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, porque tenía ascendencia patrilineal de Jorge I de Grecia y Christian IX de Dinamarca, pero en 1947 renunció a ambos títulos antes de convertirse en el esposo de la Reina del Reino Unido.
El príncipe Felipe se convirtió en el más famoso y distinguido de los poseedores del título de duque de Edimburgo gracias a la fundación del Premio del Duque de Edimburgo en 1956 que galardona a jóvenes del mundo.
Luego de la muerte del príncipe Felipe, el título de duque de Edimburgo lo hereda automáticamente su hijo mayor, el príncipe Carlos.
Sin embargo no llevará el título para siempre, pues el título de duque de Edimburgo sigue una inusual línea de sucesión.
Cuando un nuevo monarca llega al trono, se dice que sus títulos preexistentes «se funden en la Corona», es decir, que dejan de existir, pero el monarca puede hacer una nueva creación de esos títulos.
Es decir, que este título será nueva creación para el príncipe Eduardo cuando se fusione en la Corona que ocurrirá cuando el príncipe Carlos se convierta en rey.
Cabe destacar que este título sería apropiado para el príncipe Eduardo, quien además de ser cercano a su padre, es el presidente del comité en el Premio Internacional del Duque de Edimburgo y ha trabajado mucho en promover la institución, incluso ganó una medalla de oro por una caminata de 60 millas y cuatro días en Escocia.
Redacción Maduradas con información de Infobae.
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