Venezuela aumentó esta semana el precio del pollo, el arroz y el azúcar con la esperanza de estabilizar la economía y detener el flujo de mercancías de contrabando hacia Colombia, que según afirma se lleva alrededor del 40% de su producto nacional. El aumento de precio, el cual vino acompañado de un aumento del 30% del salario mínimo, está reviviendo las especulaciones de que la gasolina podría ser el próximo paso.
En Venezuela, la gasolina es realmente más barata que el agua. Un galón de combustible de un índice de octano de 95 cuesta apenas 5 centavos, en comparación, una botella de agua de un litro cuesta más de un dólar. El gobierno de Maduro se enorgullece de contar con las mayores reservas de crudo del mundo, y la gasolina barata se considera prácticamente un derecho nacional. Pero está además hundiendo a la economía. Rafael Ramírez, el presidente de la compañía petrolera estatal PDVSA, dijo recientemente que las subvenciones petroleras cuestan al país $12,500 millones al año.
En Colombia, la gasolina es solo el ejemplo más flagrante de cómo los productos venezolanos alimentan un próspero mercado negro por valor de miles de millones de dólares, y que los expertos advierten que está jugando un papel importante en el mercado del lavado de dinero a nivel global. El contrabando a lo largo de la frontera de 1,274 millas entre ambas fronteras es tan viejo como la frontera misma, y los pueblos fronterizos están prácticamente basados en el comercio.
Pero las gasolineras que venden gasolina venezolana en grandes cantidades a lo largo de la costa atlántica de Colombia, a casi cinco horas de la frontera, ofrecen un atisbo de lo omnipresente que es el comercio con Venezuela. En su oficina en el centro de Bogotá, Juan Ricardo Ortega, director general de DIAN, dijo que es difícil cuantificar el problema.
Colombia confiscó $12 millones en mercancía venezolana de contrabando el año pasado, pero esa cifra subestima el valor de reventa de la mercancía y representa además solo una fracción de lo que cruza la frontera. Estudios sugieren que solamente el contrabando de combustible, arroz y aceite de palma representan hoy alrededor de $1,500 millones en la economía de la nación, según Ortega. Otros calculan el valor total del contrabando venezolano en alrededor de $6,000 millones al año.
Eso no es sorprendente, dijo Ortega. En sus esfuerzos por controlar la inflación y complacer a las masas, Venezuela ha impuesto límites de precio a todo, desde champú hasta automóviles. Las mercancías venezolanas son a menudo cinco veces más baratas que en Colombia, y en el caso de la gasolina esa diferencia es aún mayor. Mientras que un galón cuesta 5 centavos en Venezuela, cuesta $4.36 al otro lado de la frontera.
“Cuando se habla del contrabando venezolano, se habla de todo”, dijo Ortega. Solamente en el poblado fronterizo de Cúcuta, “se ven todos los días 200,000 motocicletas [cargando mercancías venezolanas] que cruzan la frontera varias veces al día, son como hormigas. Y si eso se suma, puede causar un gran impacto en cualquier lugar”.
La lista de artículos confiscados en el 2013 brinda un atisbo del hambre de Colombia por mercancía venezolana: $80,000 en leche y productos lácteos, $673,000 en arroz, $138,000 en cerveza. Pero también hay bolígrafos, chatarra, peines, fotocopiadoras, suministros médicos, motocicletas y bulldozers. Las autoridades pararon asimismo más de 2,000 vehículos cargados de gasolina, diésel y otros combustibles, entre ellos tanqueros repletos de gasolina.
Si el contrabando está afectando a los negocios colombianos, está además alimentando los disturbios en Venezuela. El presidente Nicolás Maduro culpa al contrabando con Colombia de los anaqueles vacíos y las especulaciones con los precios que han acabado lastrando a Venezuela con la inflación más alta del hemisferio, al 57%. El gobierno ha estado tratando de detener ese flujo con un aumento de la seguridad y obligando a registrarse a los clientes de las tiendas de abarrotes estatales para evitar el acaparamiento y la reventa.
En marzo, Maduro reemplazó al jefe de la aduana, José David Cabello, hermano del presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello, quien es considerado como uno de los hombres más poderosos del país. Algunos han propuesto medidas drásticas, tales como cerrar la frontera al anochecer, para tratar de disuadir el soborno de los guardias de la frontera, reseñó el portal de El Nuevo Herald.
El país ha abierto además nuevos mecanismos para comprar el bolívar, lo cual ha ayudado a calmar un poco los mercados de divisas. Hace apenas unos meses, los bolívares se vendían a alrededor de 80 por un dólar, ahora son unos 50. Ese cambio de un 38 por ciento encarece los artículos venezolanos en Colombia.
Hay señales de que esas tácticas están funcionando. El mercado central de Santa Marta en la costa atlántica de Colombia está a casi 175 millas de la frontera con Venezuela. Pero los vendedores aquí afirman que sienten los cambios de política de Caracas en el bolsillo.
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