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Luis Ugalde: «Es inevitable un gobierno de transición salido del chavismo»

En momento de indefiniciones y cuando la pregunta sigue siendo la misma de siempre, ¿qué va a pasar?, no faltan respuestas, aun cuando ninguna de ellas satisfaga esta suerte de ansiedad colectiva, instalada desde hace largo tiempo en el ánimo nacional. Pero entre tanto lugar común y diatriba insustancial, aparece la pluma del padre Luis Ugalde s.j. con un planteamiento que resulta imposible dejar pasar por debajo de la mesa. Nos referimos a su artículo de opinión, cuyo título, parafraseando a Calderón de La Barca, («Los sueños sueños son»), invitan a la controversia.

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-En su artículo usted plantea un cambio de modelo y de Gobierno, pero no por uno de oposición sino del oficialismo. ¿Cómo se explica eso?

-Yo estoy planteando un fracaso y una auto derrota del Gobierno que lo están desprestigiando ante sus seguidores y ante el país. Está claro que ha perdido su capacidad de maniobra para resolver los gravísimos problemas socioeconómicos que enfrenta y que no son obra ni de la oposición ni del «imperio». Eso lo dejó en evidencia Giordani, aunque no lo dijo porque la torpeza es de él y de los otros.

-¿Cómo se manifiesta esa torpeza?

-Cuba y Venezuela son un camino hacia el subdesarrollo. En Cartagena, por estos días, se realizó un evento sobre la Tercera Vía, con participación de Tony Blair, Felipe González, Fernando Henrique Cardoso, Bill Clinton y Ricardo Lagos, líderes que no son de derecha, ni neoliberales, pero saben que América Latina requiere cambios a fondo en materias como la educación. Es por ahí por dónde se debe buscar porque el Gobierno no tiene otra salida.

-¿No percibe algunos tímidos intentos en ese sentido?

-Pareciera que quieren resquebrajar el modelo cubano. Un ejemplo son los signos de militarización descarada que se ha manifestado en las dos última semanas.

-Si eso es así, ¿por qué habría el Gobierno de buscar un sustituto? ¿O se refiere a que ese cambio sería forzado por la presión militar?

-De todos. De la gente, que aunque cuando no esté, necesariamente movilizada, manifiesta un evidente descontento. Ahora, la Fuerza Armada siempre tiene un ojo mirando al malestar de la población. A Pérez Jiménez lo tumbó la Fuerza Armada, pero porque miraba a la gente, no porque quien asumió el poder (Wolfang Larrazábal) estuviera organizando un golpe. Pero comienza a sentirse que esto es insostenible. Yo estuve en la Argentina meses antes de la caída de Isabelita Perón y todo el mundo decía en la calle que el Gobierno estaba caído. Y se pensaba en la transición y en quién la asumiría.

-Pero ya sabemos qué fue lo que ocurrió.

-Lo que vino fue peor que lo que había. Pero ninguno de quienes están adentro puede decir que él hará la transición porque eso implicaría negar parte de lo que había. Los Gobierno cambian en cascada, salvo los golpes militares, que no resuelven nada. Me remito a Franco, quien antes de morir proclamo: «Lo dejo todo atado y bien atado». Quería, como heredero, a Carrero Blanco, a quien asesinaron. Luego puso a Arias, que duró muy poco porque carecía de respuestas ante una situación…

-Que lo sobrepasaba…

-Porque España, a la muerte de Franco, no era la de 1939. El muchacho creció y los pantalones le quedan cortos. En Venezuela está pasando lo mismo. El muchacho no aguanta el corsé gubernamental. Entonces, no hay más remedio que cambiar.

-Cambiar implica la llegada de un Gobierno con mentalidad, objetivos y estrategias distintas a las del chavismo. ¿Por qué deberían ser quienes fracasaron los que hagan la transición?

-Porque nadie más lo puede hacer. El Gobierno tiene la Fuerza Armada y todos los hilos. Aunque ninguno le funcione. Ellos también ven como esto se va desmoronando y entonces surgen las preguntas: ¿Por qué este señor es el Presidente? ¿Acaso no estoy yo mejor capacitado? El cambio viene si usted, gobernante, ve la alternativa. «O cambio o me caigo».

-¿No cree que hacen falta argumentos más poderosos para que Maduro decida irse o niegue el legado de Chávez para seguir en el poder?

-Los padres no quieren operar al niño, ni aceptan que si no lo hacen se muere. Entonces buscan otro médico y otro médico. Hasta que al final llegan a conclusión inicial. El remedio es operar. Eso no implica convencer a un señor, sino apercibirse que dentro del movimiento hay un resquebrajamiento y muchos están pensando en la necesidad de un cambio. Algunos se sostendrán del gobernante. Otros dirán que sea él mismo, pero liderando un cambio real. En realidad la parte más difícil no es si apoyo o no a Maduro, sino la renuncia a un sueño absurdo e inviable. Si algo está claro es que el Gobierno se niega aceptarlo.

-¿Qué garantías hay de que ese cambio sea únicamente en el plano económico? ¿Que se trate de imponer el modelo chino, por la vía cubana que ahora parecen haber acogido los Castro?

-Quisieran hacer eso. Pero el modelo chino se aplica en un territorio inmenso, con miles de millones de personas, la mayoría de la cual vive en el medio rural y carece de tradición democrática. De manera que si el Gobierno chino ofrece bienestar económico a un país, con el estigma del atraso y la miseria pesando aún sobre cientos de millones de habitantes, la presión de la gente vendrá por ahí.

-Guardando las diferencias, ¿no es el bienestar económico una de las razones del malestar nacional?

-En Venezuela no se puede ofrecer bienestar económico con control y represión militar porque carecemos de recursos. China está prestando dinero. Nosotros necesitamos dólares, inversión, asesoría técnica y cambiar la brutal ineficiencia del Gobierno, en todas las áreas (salvo en la propaganda). Aquí el malestar es abajo y también arriba. Cualquier cambio, meramente económico, sería tremendamente impopular. Sincerar el cambio del dólar, por ejemplo, implicaría una devaluación del 300%.

-¿No negaría el Gobierno ceder a los suyos la transición porque la impopularidad generaría la pérdida, ya no sólo del proyecto sino del poder?

-No necesariamente. ¿Acaso el franquismo perdió el poder durante la transición?

–La situación económica era muy distinta a la actual en Venezuela.

-No perdió el poder, lo cedió para sobrevivir. ¿Y quién lo hizo? Un falangista (Adolfo Suárez) que se suponía no era el más indicado para materializar el cambio. En la España franquista legalizar al Partido Comunista era una herejía y cuando Suárez lo hizo se temió un golpe. No ocurrió y el PCE trabajó para el cambio democrático. Eso va a ocurrir en Venezuela si hay un poco de sensatez en el Gobierno y otro poco en la oposición.

-Superada esa etapa, tan dura y traumática, ¿cómo se abriría el juego?

-En Venezuela el cambio no será de golpe sino en cascada y capaz de arrastrar otras iniciativas ya maduras. Por ejemplo, liberar a todos los jóvenes (presos) o eliminar la criminalización de la política. Si no puede repartir dólares a 4.30 o mantener la transferencia de recursos, en el mismo nivel, para las misiones, puede hacer cosas que no generan riesgo político y no le cuestan nada. La gente lo recibiría con alivio y eso le daría un margen de legitimidad para vender las durísimas medidas que deben venir en el área socioeconómica. Claro, luego del contento generado, ese Gobierno se quemaría a los tres meses. Luego vendría otro.

-¿Quién sería el ciudadano capaz de prestarse a tamaño sacrificio?

-Los ciudadanos que asumen esas responsabilidades ignoran, a veces, el papel que están llamados a jugar. Suárez nunca pensó que iba a hacer lo que hizo. Ocurrió con Gorbachov, quien quería civilizar un poco las cosas pero nunca dar el paso inmenso que terminó dando. En una dictadura no se puede entreabrir la puerta porque viene el viento y la abre completa.

-En síntesis, usted lo que propone es un Gobierno de transición a corto plazo.

-La transición es inevitable y si eso es así habrá uno o varios gobiernos que arrancan desde el punto en que se encuentran y deben llegar al punto en el cual la Constitución sea respetada. Unos vivirán esa transición desde el Gobierno y otros desde la oposición. La oposición debe sentarse, unificarse dentro de su gran diversidad, asumir una ruta y establecer los puntos claves para lograr el rescate de la democracia. Si no pueden ponerse de acuerdo en eso, no merecen gobernar. Desde el Gobierno la pregunta será: «¿cómo hago para no perder el poder?» Ante lo cual el país le responderá que «lo perderás si no restableces la Constitución y la democracia.

-¿Cómo observa a la oposición en plan de Gobierno si vemos que no se pone de acuerdo ante un país que está pidiendo a gritos una alternativa que le genere confianza?

-Tanto en el Gobierno como en la posición hay unas inercias que tenían sentido hace un año pero que ahora son un obstáculo. En el Gobierno porque el legado de Chávez se ha convertido en una rémora fatal. Y en la oposición porque algunos siguen instalados en los meses de marzo y abril, cuando lo que está planteado es afrontar julio, agosto y diciembre de este año. Eso significa, para ambas comunidades políticas y para el país, nacer de nuevo.

-Critica usted a los dos grupos de oposición. Unos por su » voluntarismo inmediatista» y a otros por advertir que se debe esperar hasta el 2019.

-Quienes proclaman el «voluntarismo inmediatista» creen que con intensificar la emotividad y la rabia, el Gobierno cae. Pero hay que tener una sicología más tranquila y usar la cabeza.

-¿No es eso lo que hace Capriles?

-Sí, Capriles lo está haciendo, pero es una falta de respeto a la población hablar de elección presidencial en el 2019. Estamos en el quirófano. Se opera o no se opera. En esas condiciones usted no puede hablar de lo que va a pasar dentro de 5 años. El país requiere respuestas que le toca dar al Ejecutivo este año. Pero esa respuesta, que pasa por la democratización, requiere el apoyo de la empresa privada y de los organismos multilaterales. Ahora, si liberas los presos políticos la gente sabrá que estamos en una transición y habrá una comprensión mutua aunque la oposición no pase a formar parte del Gobierno, cosa que no debe hacer, al menos en esa etapa. Pero tanto unos como otros, unos queriéndolo (la oposición) y otros no (el Gobierno) deben entender que no les queda otra al alternativa.

Con información del portal del diario El Universal

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