El humorista y comunicador social, Luís Chataing, pasó con sobradas razones a la historia nacional cuando dijo al canal de noticias, CNN, una frase memorable sobre un hecho escandaloso: “Siento vergüenza por la televisión de mi país”. Cerrojo que la dictadura de Maduro había terminado de pasar cuando compró y oficializó a la última señal independiente, Globovisión, pero que no había sentir su efecto brutal sino por unos sucesos muy dolorosos.
Desde el 12 de febrero se estaba asesinando, masacrando y torturando estudiantes en todas las calles de Venezuela y la televisión privada, no solo no se daba por aludida, sino que se divertía transmitiendo telenovelas, concursos y comiquitas.
Chataing trabajaba en Televen, el canal de la familia Camero, conducía uno de sus acostumbrados programas barre-ratting, y sin embargo, con la seguridad de que sería despedido y perdería otra vez su trabajo, pronunció su monumental verdad.
Desde luego que pisó todos los callos y destrozó todos los blancos que ustedes se puedan imaginar, pero para los venezolanos y la comunidad internacional, una realidad quedó clara: en el país había desaparecido la libertad de expresión y lo que quedaba era calarse la versión del madurismo de que en Venezuela se había instaurado el paraíso terrenal.
Unos meses más quedó Chataing en Televen, desconfiado de que el régimen no lo alcanzara con el hacha de la censura y los dueños del canal ilusionados de que quizás resistirían.
Pero no, anoche recularon otra vez, se reacomodaron la soga al cuello y el último programa crítico de la televisión privada salió del aire.
Decisión que infama a quienes la ordenaron, envilece a quienes la ejecutaron, y llevaran mientras vivan como el estigma con que los recordará la historia… si es que los recuerda.
En cambio que para ti Luís, no me queda sino un inmenso: ¡Gracias Chataing¡.
Por Manuel Malaver / El Diario de Caracas
@MMalaverM