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Polémica carta de Leocenis García a Ortega Díaz: «Hay gente cuyos cerebros se hacen aguas»

El editor del semanario 6to Poder, Leocenis García, publicó este martes una carta dirigida a la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, en el marco del reciente testimonio del ahora exfiscal 41° Nacional del Ministerio Público, Franklin Nieves.

A continuación la carta íntegra:

Estimada doctora, Luisa Ortega; desenfundo mis balas de tintas, y si me permite, he de hacer lacerantes reflexiones, después que una vez más la fiscal Narda Sanabria- socia del fiscal que hoy canta y acusa en forzado exilio a la justicia- empezara nuevamente una persecución contra 6to Poder, y Leocenis García -su editor preso- desde hace dos semanas.

Leocenis-Garcia-Luisa-Ortega

Verga es un término con el cual los maracuchos, conocidos por ser claros y precisos, suelen tipicar cualquier cosa existente en este mundo de mortales. La verga es en el Zulia un auto moderno o una chatarra en ruedas. No es redundancia. Es pleonasmo. Es una adjetivación innecesaria ante lo que es suficiente como realidad y se basta sin añadiduras; a saber, la acusación que desde hace tiempo se me hace de ser una suerte de mafioso venido o bien del Cielo o del Infierno, cuyos dineros, supuestamente, son tantos comparados con los de Gustavo Cisneros que este, delante de mí, es un arruinado indigente que se puede conseguir en una esquina con un fustán y una melena larga tocando una pandereta mientras le entregan limosnas los transeúntes.

Olvidan que en un país como el nuestro, sin dólares preferenciales para el papel de prensa ni Sicad o Simadi para los mortales comunes, de suyo las riquezas como las que el poder judicial me endilga son un lujo inaccesible. De modo que argüir que una bruja predijo ‒como está en mi expediente‒ que yo sería algo que no quiero ni puedo ser, es decir, político y presidente (cosa para morirse literalmente de la risa), en un sistema en el que sus jueces ‒no critico eso‒ creen en babalaos y tabacos desde diciembre de 1999, permitiéndoles a los brujos usar nuestro territorio como aliviadero para sus ritos y, a la sazón, denunciar que financio un golpe ‒será tocuyano, supongo‒ no puede significar otra cosa que una gran impresión, para no caer en el terreno de vulgaridades de por sí innecesarias.

Hay gente cuyos cerebros se hacen aguas y son presa peligrosa de los nervios. De tal manera que acusado, como de hecho soy, de tener yates, aviones sukhoi periódicos, televisoras, millones de dólares y bolívares, en síntesis, de legitimación de capitales, pido públicamente, y así queda como valedera prueba, ya que en Derecho a confesión de parte han de revelarse las pruebas, que el Ministerio Publico reparta entre los pobres mis supuestas casas y aviones sukhoi, y aún más, que se regalen mis lanchas para que los pobres vayan a la isla la Tortuga.

Si la cuestión acaso tuviese ribetes económicos, repartan en verbenas mis millones de dólares, lancen en los mercados mis bolívares, creen ancianatos y hospitales, en fin, repartan entre los más excluidos la inmensa fortuna que el poder judicial me endilga, medida que equivaldría tanto como a frenar un río caudaloso en su desembocadura. De donde, si cabe la sugerencia, podría el poder exhibirme como un magnate al cual se le castiga su legitimación de capitales, en carrozas en las que, como el buen Robin Hood, se le quita a un rico para darles a los pobres.

En términos maracuchos, quédense con esa verga si mía fuera. El catecismo de los estúpidos, durante muchos siglos, enseña que los errores de casa se tapan acusando a los vecinos, transando broncas en la calle, recurriendo a la descalificación aun cuando esta toque las praderas del bochorno y el ridículo. La cuestión no es irrelevante. Las cosas que aquí en tono franco expongo desnudan dos cuestiones vertebrales y preocupantes que interesan a la moral de la democracia, la primera de las cuales es descrita por ella misma con sencillez elocuente: primero, hacer de la ley un trapo al cual se ensucia con los intereses de quienes la manejan; y segundo, el resentimiento de quien no pueden entender para qué y por qué sirve la prensa las sociedades. La verga entonces hay que quedársela.

Autorizados están mis lectores a ir ahora mismo a habitar en la quinta Cotoperí, la cual según el Ministerio Publico y la ONA me pertenece. Permitidos están a ir allá y armar un ancianato en La Lagunita, donde, según, está dicha mansión. También están autorizados, y este editorial sirve de documento, a tomar posesión y montar cualquier edificación sobre cualquier terreno que mío sea. Digo más, podrían montar líneas de taxi y líneas aéreas con los aviones y Mercedes Benz que consigan sean de mi propiedad. Como Cristo llamaba a los discípulos a su reino, que no era de este mundo infausto, yo los invito al reino terrenal que, según mis adversarios, tengo, para que toda esa verga sea disfrutada por las masas populares.

Mi riqueza está, y ahí no hay problema, en valores que creo míos y de la sociedad entera, una prensa libre de apremio y persecuciones, donde la purga de quienes opinan sea en las páginas de los periódicos y no en tribunales y juicios espurios, pues la opinión pertenece a quien opina y es libre en toda democracia. Si el poder, bien en Cuba o EE.UU., niega divisas para importar papel por una parte, por la otra, a través de tarantines o chozas dependencias de los gobiernos importa o monopoliza dicho insumo, alguna bobina le dará a la prensa independiente para que pongan en blanco y negro sus ideas, frustrando sus cacareados finales e invitándoles indirectamente a censurarse.

Esta realidad distinta e inédita ‒las dictaduras de antes cerraban los medios y los de ahora se cierran solos, por obra de la ley‒ tuvo su origen en una razón fáctica, legitimada por jueces al servicio de los sistemas de dominación personalista instalados en los países más atrasados del mundo.

Es un peligro para las democracias del mundo cuando la expresión y la prensa libres se convierten en asunto de gobernantes, no un derecho de periodistas o ciudadanos. Las sociedades donde los jueces y el silencio de los ciudadanos aplauden el castigo de los editores de medios ha mudado en propaganda de Estado. La prensa, si bien se entiende por el poder, deviene en espada virtual que resuelve controversias y procura soluciones, sin que ceda el ánimo en las horas de nuestra mayor adversidad. Ejemplos fastidios tenemos. En 1992, ejemplo del cual me sirvo, Marcel Granier, quien repudiaba a AD como detestaba Napoleón al papa de Roma, puso a RCTV en medio del golpe en defensa de Pérez, no porque este fuera una hermana de la caridad ni un ejemplo de transparencia en el manejo del erario, sino por la democracia, que es más importante que un presidente; claro está, se salvó a Pérez pero también a la democracia.

La prensa logra pacificarnos interpelando a la razón, permitiéndonos conocer mejor la realidad que nos rodea a través de su deformación exagerada y suscitando la pluralidad en las interpretaciones. Es expresión de nuestra democracia ‒si se tiene por cierta‒, condenatoria del césar democrático parido en los cuarteles y recreado por los plumarios taciturnos, amigos del sincretismo de laboratorio, alcahuetes de nuestras muchas dictaduras.

En mis balas de tinta denuncio que el intento por despojarnos de 6to Poder, verdadero y querido bien, no nuestro sino del país, de sus lectores, es en sí un atentando a la libre prensa y libertad de expresión. Ya volverá 6to Poder. Nos arrebata, con saña cainita, nuestra válvula de escape en horas aciagas, pero tiene una contracara peor: el intento de los políticos, ya sean de oposición o gobierno, por combatir las ideas no en las tribunas sino con el garrote y la ley, como los matones que a cuchillo y botella resuelven sus dispuestas. Y así, a golpe y porrazo, la intención es quedarse con esa verga.

Sin embargo, estimada doctora, aún con el poder que tiene hoy, incluso para, una vez leída esta carta devolverme al SEBIN, no olvide que cuando el Santo se voltea sin montas un circo, te crecen los enanos.

Vía El Cooperante.

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