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Robaron sus fotos íntimas y vivió una pesadilla: tres años después, el terror se multiplicó de la peor manera

Camila, una joven de 16 años, comenzó a vivir la pesadilla de su vida cuando en el colegio donde estudiaba se corrió el rumor de que unas fotos íntimas suyas habían sido difundidas entre sus compañeros.

Infobae.

Algunas imágenes se las había tomado con su novio, otras se las había tomado él sin que ella lo supiera, pero otras eran personales.

«En las fotos de contenido sexual, si bien se veía el cuerpo de la otra persona, sólo a mí se me veía la cara. Era yo la que estaba expuesta«, explicó Camila Segli en una entrevista ofrecida Infobae.

Inicialmente la joven quiso esconder la situación, comenzó a hablar con cada persona para saber de dónde había surgido los rumores hasta que consiguió al presunto culpable.

La hipótesis era que un amigo de su novio les había sacado las fotografías de sus teléfonos y haciéndose pasar por el novio, las envió.

Sin embargo, el ex novio se molestó tanto que en lugar de ayudarla terminó empeorando las cosas porque ella no quería ser más expuesta y él fue buscando a uno por uno de los involucrados para enfrentarlos.

«Eran adolescentes de 16 años, cuando él los fue a buscar se empezó a revolotear todo el colegio y los padres decidieron tomar cartas en el asunto», explicó.

Era 2017, Camila sufría, los padres del joven que había difundido inicialmente las imágenes le quitaron su teléfono y borraron todo el contenido, pero ya se habían pasado a otros equipos, el daño estaba hecho.

«Las fotos habían llegado a mucha gente, también de mi entorno personal, por lo que sentía una vergüenza enorme. También sentía una gran decepción por esos amigos que me habían traicionado, que habían pasado mucho tiempo sin decirme lo que estaba pasando o habían compartido las fotos. No era sólo la vergüenza, era la confianza destruida», reconoció la joven.

Socialmente Camila no era vista como víctima sino como culpable por haberse tomado algunas de esas fotos.

El episodio se repitió en 2020 poco antes de la pandemia, tres años después de aquel primer hecho que le afectó durante su etapa en el colegio.

«El primer mensaje que recibí fue mientras iba a inscribirme a la facultad», recordó al explicar que aquel mensaje también le llegó a su novio a través de una cuenta falsa, como si fuera spam.

Los mensajes continuaron, el segundo fue una foto de Camila junto a su ex novio, pero sin contenido sexual, como alertándola de lo que se trataba, asegurándole que habían encontrado una tarjeta SIM con fotografías suyas: «Ahí me di cuenta de que estaba pasando algo malo, otra vez. Todo el dolor que yo creí que había superado, volvió«.

La joven recibió directamente aquellas fotos y comenzaron a extorsionarla con ese contenido con amenazas de difundirlas.

«Fue terrible, empecé a tener muchas crisis de ansiedad, que es algo que le pasa a muchas víctimas. Pensaba sin parar ‘¿hasta dónde va a llegar?’, ‘¿hasta dónde voy a poder esconderlo esta vez?’, ‘¿qué es lo que va a suceder?’, ‘¿por qué me saqué esas fotos?’», señaló a víctima.

Sobre lo que agregó: «Era un llanto desesperado y mucha angustia, de no poder respirar casi. No dormía, cerraba los ojos pero estaba todo el tiempo pensando en eso. Me levantaba, miraba el celular y tenía un mensaje nuevo. A esa altura esa persona ya le había mandado las fotos a mi mamá y a mi papá, a mi novio».

Detalló que cuando salía sentía que la seguían, en una oportunidad le enviaron mensajes asegurándole que la estaban viendo, por lo que se sentía muy desprotegida.

Las fotos llegaron a los familiares de Camila, hermanos, primos, tíos y cuñados las habían visto, quien la intimidaba comenzó a dejarlas entre los comentarios de sus publicaciones en redes sociales.

Camila denunció y su caso pasó a la Fiscalía Especializada en Delitos Complejos de Tucumán, en Argentina.

«Yo confiaba en la justicia, creía que había encontrado un refugio. Iba todos los días a ver si lo habían encontrado”, cuenta. “Pero lo que pasó es que cerraron la causa porque dijeron, por ejemplo, que yo jamás podría haber sufrido algún daño porque no sabía quién era. Y no, no sabía quién era, porque claramente me extorsionaba desde un Facebook falso, pero ¿por eso no había habido sufrimiento?», cuestionó.

La sentencia determinaba que «la denunciante en ningún momento sintió temor alguno a sufrir el mal prometido».

Para Camila esto significaba que tal vez debía intentar suicidarse o morir para que fuera considerada una víctima a pesar de lo que en realidad estaba sufriendo.

Redacción Maduradas con información de Infobae.

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