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¡TAMBALEA EL CHAVISMO! Régimen de Maduro frente al año más desafiante de su historia

Con las elecciones parlamentarias a la vista, la revolución bolivariana enfrenta retos que jaquean su hegemonía, desde la caída del crudo hasta el desplome en la imagen de Maduro.

Nicolás Maduro quiso celebrar la llegada de 2015 con una selfie en familia, en medio de los tradicionales fuegos artificiales que regaló al país a través de las redes sociales. Sonrisas típicas de esta fecha que no pueden esconder una realidad mucho menos luminosa, resumida en una sentencia de The Economist, sin derecho a recurso presidencial: «La economía de Venezuela es probablemente la peor administrada del mundo«.

Imagen de Ángel De Jesús.

Imagen de Ángel De Jesús.

La revolución chavista se enfrenta este año al mayor reto de sus 16 años de historia: luchar contra plagas, que parecen bíblicas, en un país donde se ha querido construir un nuevo credo mesiánico en torno al líder fallecido, Hugo Chávez. Como si fuera necesario un milagro revolucionario para salir del atolladero.

El objetivo es mantener el poder a toda costa para hacer viable «el más nunca volverán» (en referencia a la oposición) acuñado por el tan añorado «comandante supremo», con las trascendentales elecciones parlamentarias de este año a la vuelta de la esquina.

No se trata de tormentas perfectas enviadas desde Estados Unidos. Ni de guerras económicas ni golpes de Estado, la excusa oficial que se repite una y otra vez desde el Palacio de Miraflores sólo para los militantes más acérrimos, que cada día son menos. El piso de la revolución tiembla más fuerte que nunca.

«Uno ve la caída del petróleo, el mantenimiento de controles y la lentitud en ajustes cambiarios y provoca empezar a desear un feliz 2016», concluyó Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, reconocido analista alejado del grupo de apocalípticos. Un moderado abrumado por el peso de la realidad venezolana.

Nadie lo esperaba dentro de la revolución, pese a los avisos procedentes de los economistas locales. La caída del precio del petróleo, que supone el 96% de los ingresos nacionales, impactó contra un país que ya sufría pese a la década de bonanza petrolera. Como sucede en un tsunami, la primera gran ola precede a una segunda aún más destructora.

El crudo venezolano cerró el año por debajo de los 47 dólares por barril, cuando gran parte de 2014 se mantuvo cercano a los 100. El chavismo necesita que su oro negro se recupere lo antes posible para mantener el Estado asistencialista y sus alianzas con Cuba y PetroCaribe.

El petróleo se alió de forma inesperada con la otra gran plaga: la inflación. El bolsillo de los venezolanos se agujereó día a día ante la incontenible subida de los precios, que cerró el año con un aumento del 64%. Una cifra astronómica, la mayor del planeta, que se teme alcance los tres dígitos durante este año. De hecho, ya la acarició en 2014 si se contabilizaran sólo los alimentos.

«La economía venezolana tenía dengue y le picó el chikungunya», ironizó León a costa de la enfermedad que se extendió por todo el país, alentada por la falta de repelente. Hasta el acetaminofén (paracetamol), indispensable para bajar la fiebre, se convirtió en objeto de deseo nacional.

Las últimas cifras aportadas por el Estado para medir el índice de escasez y desabastecimiento son de abril: rozaba el 30%. Hoy es mucho peor, en un país invadido por las colas para comprar alimentos.

«Destruyeron el aparato productivo», advierte el economista Jesús Casique. Y la famosa cuesta de febrero será aún peor. «Empezarán a faltar productos que ni imaginábamos», profetiza Henkel García, director de Econométrica.

No se trata ni mucho menos de una «conspiración» económica, aunque sus efectos son igual de nocivos. Producto del control de cambios impuesto por Chávez, el dólar paralelo vive momentos de gloria. Creciendo y creciendo. Su última cotización es de 176 bolívares por dólar, cuando el cambio oficial y preferencial se mantiene en 6,30 bolívares.

Nadie le creyó al ministro de Economía, el también general Rodolfo Marco Torres, cuando aseguró: «Al dólar paralelo lo vamos a tirar al piso, al subsuelo, y vamos a tener un sistema cambiario equilibrado». Subido al ático, y no en el sótano, el blue se mantiene a la espera del inminente (y enésimo) «perfeccionamiento» cambiario, cuya presentación pública estaba prevista para ayer.

Porque otra plaga, la de la recesión, también está directamente vinculada a las que la preceden y a la inacción gubernamental, «que teme el costo político de las medidas», sintetiza José Guerra, antiguo directivo del Banco Central venezolano.

Economistas críticos con el chavismo, que llevan años prediciendo el actual desastre económico, tampoco creen en el programa de recuperación avanzado por Maduro. Venezuela cerró su año con más de 4% de caída en su PBI, que el presidente excusó mirando a otro lado: «Estamos ante un bloqueo económico internacional, como parte de la guerra económica».

Eso sí, Maduro dijo que «no hay posibilidades» de declaración de default, pese a que la posibilidad sobrevuela Venezuela. «Sería un drama, no pagar la deuda externa nos dejaría sin capacidad de financiamiento futuro», sostiene León.

Los economistas regalan distintas recetas al gobierno (devaluación, suba del combustible, reducción del gasto ineficiente del Estado, apoyo a la industria privada) que traerían consigo «sacrificios gigantes».

La plaga que también se extendió a lo largo de toda la revolución como una mancha roja que crece y crece es la violencia. El año pasado cerró con 24.980 homicidios, récord histórico. El país ocupa el segundo puesto en el sangriento ranking mundial, con 82 muertos por día. Mucho miedo y una sensación nacional, compartida por el 90% del país: el chavismo es incapaz de combatir la guerra urbana no declarada que sufre Venezuela.

«Con Maduro no saldremos del caos», dispara el gobernador opositor Henrique Capriles. Una opinión que corre de boca en boca y que se convirtió en otra plaga -ésta muy personal- para el «hijo de Chávez». Las últimas encuestas profundizan su caída: sólo mantiene un 22% de aceptación, una pérdida de más de 30 puntos desde la muerte del «comandante eterno».

Por mucho que los medios intervenidos por el Estado (casi todos) insistan en las bonanzas de la revolución, el ciudadano sufre en la calle otra realidad y la traslada a las encuestas: sólo el 16% se identifica con el oficialista PSUV. Malos augurios de cara a unas elecciones parlamentarias que pueden empezar a cambiar el panorama político del país.

La Nación

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