No es la primera vez que Diosdado Cabello asume funciones que la Constitución le reserva de manera exclusiva al Jefe de Estado. Estando de visita en la frontera -acompañado por una silenciosa Ministro de Defensa- anunció el traslado de todos los generales, sin ninguna potestad para hacerlo, ya que se trata de una competencia reservada de manera exclusiva al Jefe del Poder Ejecutivo.
Recientemente el presidente de la Asamblea Nacional incurrió en otra extralimitación de funciones similar, al tratar de imponerle la agenda de encuentros al Embajador de Colombia, lo que constituye no solo una inaceptable interferencia en las funciones diplomáticas del Ejecutivo, sino también un desafío al Jefe de Estado que no se diferencia de la actitud asumida por Giordani, puesto que éste denuncia un vacío de poder en su crítica a Maduro, mientras que Diosdado asume el poder ante el vacío.
Además de la extralimitación de sus funciones, deja muy mal parado al jefe de la diplomacia del Estado, quien se expresó favorablemente al felicitar a Santos por su triunfo electoral, mientras de manera inoportuna Diosdado lo contradice al criticar las actuaciones del Plenipotenciario del país vecino por reunirse con dirigentes de oposición. Como si esta desautorización fuera poco, no toma en cuenta que Colombia es uno de los tres países de UNASUR invitados por Maduro y Jaua para facilitar el diálogo. Los embajadores de la Troika acreditados en Caracas -y Colombia es uno de ellos- deben tener libertad para poder asesorar bien a sus respectivos cancilleres en sus funciones de acompañantes, y para ello deben tener todas las facilidades para hacer sus contactos con quienes consideren indicado. De no poder hacerlo, sería demostrar que el diálogo es un monólogo.
Las funciones de un embajador y la potestad que tiene para reunirse con representantes políticos está establecido por la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de la cual Venezuela es parte, por lo que el gobierno debe garantizarle el ejercicio de sus funciones sin amenazas ni indicaciones que expongan a los funcionarios internacionales a una especie de “auto censura”.
La amonestación hecha por el Presidente del Poder Legislativo, ameritaría que la Cancillería del país afectado, convocara al Embajador de Venezuela para exponer su malestar ante este tipo de amenazas. Claro que eso depende exclusivamente de Colombia. Esta inusual advertencia ameritaría también que el Decano del Cuerpo Diplomático (que también forma parte del dialogo con la oposición), convocara a un grupo de Embajadores para elevar su preocupación por este atropello. Claro que eso depende del Decano y de los diplomáticos.
Pero como parte afectada, tanto la MUD como los dirigentes políticos, sociales, y culturales del país deben rechazar este tipo de exclusiones que son la muestra de una diplomacia primitiva, que en ningún caso le corresponde asumir a Diosdado, a menos que Maduro lo designe como su Canciller.
Por: Milos Alcalay / 6to Poder