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¡QUÉ TRISTE! La terrible historia de una joven venezolana que fue secuestrada y explotada en Colombia

Jenny es una joven venezolana de 20 años que fue secuestrada en Colombia junto a otras 17 niñas por parte de una red internacional de narcotráfico y trata sexual que fue desarticulada antes de que ella fuera enviada a su destino.

Foto: ORO

Un trabajo de ALnavío recoge la historia de esta muchacha que tuvo una mala experiencia en Bogotá, allí la vida de Jenny era rutinaria salía a trabajar en una panadería y regresaba durante la madrugada, con frecuencia veía un carro que se estacionaba cerca de su casa, hasta que el 28 de agosto de 2018 alguien le tapó la boca y la hizo desaparecer: «No supe más de mí».

La joven nació en La Guajira colombiana, pero su madre, quien murió el año pasado, la llevó a Venezuela. Está sola, su padre, quien era del estado Zulia, murió hace 14 años y tampoco tiene hermanos, solo tiene a familiares en La Guajira a quienes ni siquiera conoce.

Cuando cumplió la mayoría de edad Jenny se fue a Bogotá, allí trabajó hasta que fue secuestrada, junto a otras 17 muchachas que eran menores que ella, la mayoría venezolanas.

Tras aquel recuerdo del momento en el que alguien le tapó la boca, no recuerda más, hasta que uno o dos días despupés abrió los ojos y solo sentía dolor, estaba golpeada: «Estaba como drogada. No sabía de mí. No sabía quién era».

Tras despertar le taparon la cara, apenas había podido ver el rostro de algunas de las jovencitas que la acompañaban y un camión cargado de jarrones y cerámicas.

El camión donde viajaban de repente se detuvo, allí pudo ver una ráfaga de luz y detallar una falsa pared que tapaba la mercancía y a ellas. La joven pudo escuchar una conversación y a un perro ladrar, intentó gritar pero apenad se le oía, pero una de las muchachas logró quitarse la mordaza y alzar su voz, luego solo se escuchó un ladrido de un perro y un disparo: «Cuando escuché el tiro pensé que sería el final».

Sin embargo, estaba en un error, porque ese acto le dio la salvación. El disparo lo hicieron guardias nacionales en la frontera de Colombia con Ecuador, quienes detuvieron a los secuestradores que integraban una red de narcotráfico y trata de mujeres que operaba en territorio ecuatoriano, con planes de expandir sus negocios a México.

Cuando Jenny pudo ver lo que ocurría se dio cuenta de que era la mayor en ese lugar. También recuerda que fueron llevadas a un hospital al sur de Bogotá, donde le dijeron que tenía un esguince de grado tres en el tobillo.

Una prueba ginecológica confirmó que no fue violada, pero otros exámenes determinaron que sí fue drogada con una sustancia cuyo nombre no recuerda.

Aunque Jenny tenía cédula colombiana, no la dejaron quedarse en ese país y la mandaron de vuelta a Venezuela.
Cuando cruzó la frontera por Cúcuta y entró a San Cristóbal, un guardia venezolano detuvo el vehículo donde iba junto a otras siete muchachas que la acompañaron en el secuestro, iban a Barinas, Barquisimeto y Valencia, Jenny iba a Chacao, en Caracas.

«Yo no tenía nada. La policía no nos dejó buscar lo poco que teníamos en nuestras casas para regresar. Sólo tenía la cédula colombiana así que en Venezuela era una indocumentada», dijo.

Como Jenny, ninguna de las muchachas tenía papeles ni maletas. Lo único con lo que contaban era con un documento, firmado por las autoridades colombianas, que explicaba que habían sido secuestradas y que tenían que regresar a Venezuela.

Ella tampoco olvida lo que vivió en Bogotá antes de su secuestro, trabajó como sirvienta y fue esclavizada por una familia pudiente de la ciudad colombiana, consiguió ese empleo a través de la agencia OLX. Trabajaba más de 18 horas diarias, cuidando cuatro niños y cuatro perros.

Se levanta a las 4:00 de la madrugada. Preparaba desayunos, almuerzos, meriendas, batidos y mochilas. Todo tenía que estar listo para las cinco y media, cuando se levantaban los niños. Entretanto, no podía olvidarse de que a las 4:30 debía llevar el café y el té a la recámara pareja, quienes salían a trabajar pasadas a las 7:30 a esa hora se iba el chofer para llevar a los niños al colegio.

Luego debía encargarse de los perros, debía lavarle los dientes y cepillarles el pelo para que acudieran al colegio canino. Y después debía cumplir las tareas diarias como pulir la madera del piso, acomodar sábanas, poner la lavadora, fregar el porche, limpiar los baños, ordenar armarios, ordenar oficinas, abrillantar los vidrios, ordenar los ingredientes para las comidas de la casa y todo debía estar listo antes de las 4:00 de la tarde cuando el matrimonio regresaba para tomar su postre que también preparaba la joven.

Cuando llegaban los niños a las 5:00 de la tarde tenía que atenderlos, darles la cena, plancharles la ropa, pulirles los zapatos y también debía pasear a los perros a las 11:30 de la noche, una hora después le permitían dormir.

Solo tenía libres los sábados y los aprovechaba para estudiar, así logró hacer su bachillerato.

La familia para la que trabajaba se fue del país, la invitaron a irse con ellos, pero ella sintió desconfianza y rechazó la oferta.

Entonces Jenny supo de un trabajo en una panadería cerca del lado sur de Bogotá, decidió asumir el riesgo y los cambios, mudarse a un apartamento alejado de su trabajo y pese a eso se sentía tranquila, hasta que la secuestraron.

Ahora recuerda la enseñanza desde Venezuela: «No hay mal que por bien no venga».

Redacción Maduradas con información de ALnavío.

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