Eran exactamente las tres en punto de la mañana cuando el señor Arturo, de 68 años, llegó al Banco Bicentenario, ubicado en el centro comercial Costa Verde, al norte de Maracaibo, estado Zulia, para cobrar su pensión.
Arturo, quien realizaba la cola junto a más de mil jubilados y pensionados, que aguardaban desde la madrugada con la esperanza de conseguir un poco de efectivo, no se imaginó que esos 284.090 bolívares, tendrían un precio y ese precio sería su vida.
Las horas transcurrieron como cualquier otro día de cobrar el mísero efectivo que gana mensualmente por sus años de servicio, dinero con el cual tan solo podría comprar medio cartón de huevo, debido a la crisis inflacionaria en la cual se encuentra sumergida Venezuela.
Con el estómago vacío y un fuerte malestar, el abuelo se mantuvo firme en su tarea de cobrar el dinero. Sin embargo, la madre naturaleza pudo más y tras 12 horas de cola, se empezó a sentir mal.
Su cuerpo comenzó a sudar frió y sintió un dolor en su pecho, pero pensó que era una consecuencia de la falta de comida y una gripe que lo atacó en días previos.
Cuando ya no pudo soportar el punzante dolor de su corazón, se sentó en la acera y comenzó a retorcerse sosteniendo su pecho, hasta que finalmente se desplomó.
El grupo de ancianos que se encontraba junto a él, se aglomeró a su alrededor y entre todos lo retiraron del ardiente sol y lo llevaron al interior de la entidad bancaria para prestarle primeros auxilios. Sin embargo, ya era tarde, un infarto fulminante acabó con la vida del señor Arturo, quien al salir de su vivienda ese día, nunca imaginó que 12 horas más tarde daría su último respiro en una cola por conseguir efectivo.
Redacción Maduradas
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