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¡VEA! Los emotivos mensajes que dejaron los caminantes venezolanos en el muro de los lamentos en Cúcuta(+Fotos)

En una caseta ubicada al lado derecho de la vía Cúcuta-Pamplona, la altura de La Garita, los caminantes venezolanos dejan cientos de mensajes a sus familias, críticas al presidente Nicolás Maduro y agradecimientos a Marta Alarcón, la dueña del negocio.

Foto: LA Opinión.

Allí, la mujer relató que el 22 de julio, eran cerca de las 11:00 de la noche cuando llegó una muchacha llamada Andrimar Reyes, llevaba a su hijo de 25 días de nacido en brazos, a quien en el camino bautizó como Alexander, estaba junto a otros 13 venezolanos y le contó que iban caminando a Perú, «no sé cómo les habrá terminado de ir».

En el negocio de Marta ya es costumbre que los venezolanos pasen la noche, antes de continuar su travesía de 3.400 kilómetros hacia Perú, este grupo dejó en un sobre manila su mensaje compartido en un muro del negocio de Alarcón: “Vamos 15 personas trabajadoras, luchadoras, en busca de una mejor vida para nosotros y nuestros familiares en Venezuela”, luego cada uno estampó su nombre.

Alarcón explica que allí conserva cientos de mensajes que los venezolanos migrantes redactan en lo que tienen a la mano, hasta billetes en bolívares que ya no tienen valor.

“Me han hospitalizado dos veces en el último año. Las historias que me cuentan me afectan tanto, que me dan crisis nerviosas y me enfermo. Ahora mismo estoy esperando que me autoricen una cirugía porque me encontraron cálculos. Pienso en esos días en los que no voy a estar para ayudarlos y me da una tristeza”, dice Alarcón sobre su disposción de seguir tendiendoles las manos a los venezolanos que se ven obligados a abandonar su país.

Todos los mensajes que le han dejado los ha pegado, uno a uno, por todos los rincones de la caseta, cuando el espacio comenzó a agotarse, los colgó sobre el lugar donde se quedan los clientes.

“Madre, me vine porque la vida en mi país está dura. Regresaré por ti mamá, voy a hacer lo que está a mi alcance para salir adelante”, dice una de las notas que allí dejó un venezolano dedicado a su mamá, cuyo autor prefirió mantenerse en el anonimato, pero se sabe que iba a Bogotá, aunque Alarcón si es capaz de recordarlo.

“Recuerdo a todos los que han pasado por aquí. Con solo ver cada papel, se me vienen a la memoria sus rostros. Y eso que por aquí han pasado miles. Cada noche duermen hasta 40 en mi caseta, imagínese cuántos han cruzado por aquí en todo este tiempo», explica la mujer.

«En medio de la noche, a eso de las 9 o 10, Marta sale de su casa, distante unos 300 metros de su negocio, para encontrarse con sus ‘inquilinos’. Harina pan, aceite y agua de panela, es el menú. Entre todos prenden candela en un improvisado fogón que les habilitó en la parte de atrás de su tienda y bajo la luz de la luna y las estrellas, comen como familia, aunque no se conozcan, antes de dispersarse otra vez sobre el asfalto, cuando empiece el amanecer», reseñó La Opinión.

“El día que más vendo es el domingo. Aunque ahora casi todo lo que gano lo destino a los que llegan a mi caseta. Mi familia me dice que deje de preocuparme tanto por ellos, pero no puedo, ¿cómo hago para ser indiferente si los veo pasar a toda hora frente a mis narices?”, se cuestiona.

A Marta muchas personas le han preguntado si necesita algo, pero dice que no. Aunque su casa esté agrietada producto de una mala construcción, sus ingresos se están yendo por una causa que volvió suya, su salud está deteriorada y debe esperar para ser atendida por un especialista.

Finalmente admite que sí necesita algo, ese algo son pastillas para el dolor, toallas higiénicas, pañales, ropa para el frío, zapatos deportivos y mercado.

“Bueno, no es para mí realmente, es para ellos, ¿sí me entiende?”, explica mientras le ofrece a un cliente desprevenido una rifa de dos bandejas de cerveza, cuyas ganancias serán destinadas a apoyar a unos venezolanos que aún no han podido salir de su país por culpa de la vejez.

“Quiero mandarles un mercado a unos viejitos, papás de unos que pasaron por aquí y me dijeron que están muy mal allá en sus casas. Mientras ellos llegan a Perú o adonde sea que vayan y logran enviarles algo de dinero, yo quiero mandarles un mercadito para que se sostengan. ¿Me compra un puesto?”.

Redacción Maduradas. con información de La Opinión.


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