Caminar en el centro de Caracas es un reto casi intimidante para quien decide mantenerse al margen de la contienda política del país. Los afiches, graffitis a medio terminar, las vallas y volantes están por todas partes.
Para muchas personas recorrer el oeste de la ciudad se torna en una tarea agotadora, pues nadie escapa a la mirada del “Comandante Supremo”, que vigila a los transeúntes desde las fachadas de los ministerios, locales comerciales o los muros de cualquier edificio.
María Isabel Peña, directora del instituto de Urbanismo de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, asegura que el escenario que se registra en la ciudad, guarda similitud con gobiernos de corte totalitarios, como ocurrió en Rusia.
“Nos intentan decir ‘lo estamos logrando’ para seducir a la población de alguna manera”, dice. Peña reconoce que las autoridades de Caracas han sido hábiles al recordar al presidente Hugo Chávez de manera permanente, convirtiéndolo en una deidad.
“Hemos dejado de creer en nuestros santos de la iglesia católica, para convertirnos en unos brujitos”, enfatiza con sarcasmo y advierte que, a largo plazo, la propaganda se vuelve parte de los espacios cotidianos, hasta el punto de alterar la capacidad de asombro en la población. “Ya ni siquiera percibimos ni leemos el bombardeo de propaganda; es lo mismo que sucede con los barrios de Caracas, a los que tampoco vemos”.
El urbanista Marcos Ojeda considera que en la ciudad existe una latente contaminación visual que ha restado espacios para la formación ciudadana. “No se respetan las fachadas de los edificios, lo que significa que se agrede la propiedad privada y todo tipo de expresión de arte pictórica”.
Ojeda asegura que los espacios comunes son víctimas de una agresión visual desencadenada por la propaganda oficial. Advierte que si existiese una actividad de contraloría social, otro sería el rostro de la ciudad. El arquitecto indica que los murales construidos bajo la técnica de mosaico están cargados de mensajes subliminales que aluden a eventos electorales y políticos.
Para Ojeda es necesario que las autoridades municipales destinen los espacios públicos para la concientización de los motorizados y para mitigar la violencia generalizada que aqueja a la población. “Ese mismos esfuerzo que utiliza para garantizar la presencia política también se puede invertir en la formación de buenos ciudadanos”, afirma.
Reglamentos
El concejal de Libertador Jorge Millán, jefe de la fracción parlamentaria de la MUD, asegura que el Gobierno ha borrado la frontera entre la propaganda política e institucional, incumpliendo las ordenanzas municipales que regulan la promoción partidista.
“Parte del drama es la poca eficiencia que ha tenido el CNE para regular el exceso permanente y repetitivo de la propaganda gubernamental”. Esa situación ha sido objeto de denuncia en reiteradas ocasiones.
Entre otros instrumentos legales, en Libertador la colocación de propaganda política está regulada por la Ley Orgánica de Procesos Electorales y la Ordenanza de Impuestos sobre Propaganda y Publicidad Comercial.
Sin embargo, el edil asegura que las autoridades flexibilizan las normativas para usarlas a su favor. “La propaganda es una forma de estar presente, por eso vemos cómo el alcalde se vale de los vehículos oficiales y el transporte público”, destaca, de acuerdo al portal del diario El Universal.
Aquí una muestra de muchas de las imágenes que podemos ver en Caracas o en el resto del país:
