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¡ESCLAVOS MODERNOS! Estas son las instrucciones que ordenan a Cubanos en Venezuela

Cristina Marcano es periodista venezolana, autora junto a Alberto Barrera de la biografía Hugo Chávez sin uniforme: una historia personal. Ella explica como «Te quieren sancionar por cualquier cosa. No podemos ir al cine, ni a un mall [centro comercial], ni a la playa. Si una paciente te invita, no puedes aceptar«. Lisandra Santos, médico, de 28 años, trabajó entre 2009 y 2013 como especialista en endoscopia para la Misión Médica Cubana en Venezuela. El año pasado pidió refugio en Estados Unidos.

Cubanos en Venezuela Injerencia Cubana

Su elocuencia contrasta con la parquedad de los cubanos en Venezuela, quienes no hablan de su experiencia o lo hacen como si las paredes oyeran. En sus pupilas asoma un destello de temor ante cada pregunta, cada palabra, que pudiera comprometerlos. “No podemos relacionarnos con ustedes [los venezolanos] más que por trabajo. ¿Tú sabes cómo llaman eso, si vas por ejemplo a casa de alguien, si haces amistad? Relaciones desmedidas con nacionales”, cuenta un técnico destacado en un centro de diagnóstico integral (CDI) que pide no revelar su nombre. El hombre, de 36 años, rechaza una invitación a cenar porque también tienen prohibido salir después de las seis de la tarde. «Supuestamente es por la inseguridad, puro control«.

El médico Janoi González, refugiado en Estados Unidos desde 2013, asegura que les espían constantemente. «En cada misión hay una persona que se llama jurídico. Todo el mundo sabe que el jurídico es un agente de seguridad del Estado, que controla todo, que acusa, que tiene derecho a revisar tus documentos privados, tu teléfono, todo». Tal y como reseña El País, las faltas son sancionadas con penas que van desde amonestaciones y la confiscación de un porcentaje de su exiguo salario en Cuba hasta la expulsión de la misión y el retorno inmediato a la isla, según el reglamento disciplinario.

«En la misión, uno sufre la necesidad. Nos pagaban muy poco. Cuando llegué en 2009 recibía 500 bolívares mensuales (84 euros al cambio oficial) y me fui de la misión en 2013 ganando 1.500 (172 dólares). Comida, transporte, teléfono… teníamos que pagarlo nosotros mismos. Yo gastaba 500 bolívares y no compraba nada», recuerda Lisandra, en entrevista telefónica desde Miami.

Esa mensualidad en moneda local, como explica un técnico que trabaja en el oriente del país, «no es un sueldo, sino un estipendio que no alcanza por el alto coste de la vida, por la inflación» (56% en 2013). Actualmente subió a 3.000 bolívares (menos de 26 euros en el mercado negro, el único en el que podrían cambiar). La asignación es costeada por Venezuela, aparte de lo que paga por persona (más de 9.400 euros mensuales).

En la isla, el Gobierno cubano les deposita un salario mensual —entre 125 y 225 pesos convertibles cubanos (CUC), la misma cantidad en dólares al cambio actual, dependiendo de la especialidad— que solo pueden cobrar a su regreso, de vacaciones o definitivo, “con evaluación satisfactoria”.
Con todo, es más de lo que ganarían en la isla. «La gente vive con mucho miedo de que le quiten la misión porque como es un dinerito… Yo como médico recién graduada ganaba en Cuba 16 dólares, y mi mamá, que también es médico, 25 dólares», refiere Lisandra.

El alojamiento en Venezuela es una verdadera lotería. Muchos viven en lugares de alta peligrosidad, o apretados en espacios pequeños. Lisandra durmió 15 días en una cama improvisada con tablas en una estación de bomberos de Aroa (Yaracuy), hasta que, gracias a una prima, logró un traslado para Caracas, en la principal guarnición militar del país. “Vivíamos cuatro mujeres en un cuartico con dos literas, un baño y una salita. También había casas de 16 personas”.

Si abandonan la misión y piden refugio en EE UU, como han hecho centenares, pierden el dinero depositado en la isla y no pueden volver a Cuba en ocho años.

«Desde 2006, unos 8.000 muchachos han llegado a Estados Unidos, la gran mayoría vienen desde Venezuela. Solamente entre finales de 2012 y 2013 salieron de allá unos 3.000 desertores», asegura Julio César Alfonso, director de la ONG estadounidense Solidaridad Sin Fronteras (SSF).
Ese año, Washington aprobó el programa Cuban Medical Parole, que permite al personal cubano “reclutado” por el Gobierno cubano para trabajar o estudiar en un tercer país solicitar un visado humanitario. Pueden optar médicos, enfermeros, paramédicos, fisioterapeutas, técnicos de laboratorio y entrenadores deportivos.

Quedarse en Venezuela es una opción difícil para los que no obtienen la visa de EE UU o quienes, pese a las restricciones, han entablado noviazgos clandestinos y tienen parejas venezolanas. No solo enfrentan la presión de los Gobiernos cubano y venezolano —hasta hace un mes les era imposible legalizarse—, sino que les cuesta conseguir empleo.

Un técnico casado con una venezolana relata las represalias que sufren quienes abandonan la misión. “El Gobierno cubano, además de robarnos el dinero que tenemos en el banco, ganado con sacrificio, encima nos prohíbe entrar a territorio cubano sin importarles si un familiar enferma o se muere”. Además, agrega, “no podemos ejercer nuestras profesiones porque no hemos revalidado el título”.

Lisandra, aunque también se enamoró de un venezolano, huyó a EE UU. Como la mayoría, se fue por la frontera con Colombia, ante el temor de ser detenida en el aeropuerto. «Si descubren algo, te montan en un avión y te mandan para Cuba». Ya en Bogotá, las autoridades migratorias la deportaron a EE UU. En Caracas temía por su vida. “En Venezuela me sentí casi peor que en Cuba, porque para mí es un régimen muy similar, pero con inseguridad. Me atracaron con pistola en la calle, en el metro… ¿se imagina? ¿Un sistema represor con inseguridad?”, pregunta Lisandra.

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