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¡IMPACTANTES IMÁGENES! Hospital Universitario de Caracas se encuentra en “terapia intensiva»

¡La revolución lo arruinó! Los centros de salud en el país no han escapado de la terrible crisis que azota a Venezuela. La falta de insumos, medicamentos, personal médico y servicios públicos los ha llevado a un estado de “coma” del cual les costará mucho recuperarse.

Los venezolanos lo repetían con orgullo al ser inaugurado a mitad del siglo pasado: el Hospital Clínico Universitario de Caracas es el mejor de América Latina. Hoy, sin embargo, el primer centro médico del país se ha transformado en paradigma del desmoronamiento de la revolución, como si una bomba inteligente fabricada por alienígenas hubiera hecho explosión en un edificio declarado Patrimonio de la Humanidad.

Crédito: Vladimir Marcano / El Mundo

Crédito: Vladimir Marcano / El Mundo

Nada queda de aquel esplendor. «El propio hospital está en terapia intensiva, trabajando con las uñas, con muy pocos recursos, con muy pocos materiales. La situación es crítica porque falta de todo«, confiesa Rubén Alcázar, jefe de residentes de Cirugía 2, tras acabar la extracción de una vesícula. La paciente tuvo que pagar todos los elementos de la intervención quirúrgica, hasta el anestésico, porque el hospital público carece de ellos. En total, 80.000 bolívares, casi tres salarios mínimos. Todo lo que necesite para su recuperación también correrá por su cuenta.

Crónica ha recorrido sus instalaciones, a espaldas de vigilantes y de la guardia de corps de su directora revolucionaria, empeñados en aplicar una terapia especial a quienes se atreven a airear las interioridades de lo que fue un magnífico edificio. Desde el primer minuto salta a la vista que el diagnóstico del médico no es exagerado. Todo lo contrario. El deterioro de las instalaciones es alarmante. No funciona buena parte de los quirófanos ni las ambulancias. La sala de emergencias parece la antesala del infierno. Las cámaras frigoríficas de la morgue fallan a menudo e invaden con su mal olor las salas de quimioterapia (cuando la hay, en contadas ocasiones en los últimos meses).

Desayunos y comidas son mínimos. Los enfermos deben aportar medicinas, sábanas, agua y hasta las soluciones salinas. Los baños para enfermos y trabajadores estarían prohibidos hasta en las pesadillas. En Maternidad se intenta desviar a otros centros el mayor número de parturientas, después de que los cuatro primeros meses del año arrojaran una estadística escalofriante: 46 bebés fallecidos, como en todo 2015, según el propio Servicio de Neonatología.

«El hospital es del pueblo»

Todo parece venirse abajo en el Universitario. Hasta el famoso tomógrafo, donativo del presidente Hugo Chávez, ha desaparecido. «No hay tomografía, ultrasonido, mamografía, rayos X», reza un cartel desde enero. Muy cerca, otra declaración en papel: «El hospital es del pueblo».

Las listas de espera en todas las especialidades superan las 5.000 personas, que deben armarse de paciencia durante meses si tienen suerte y su quirófano está abierto. Parece el hospital de una guerra no declarada.

María Valladares tiene 71 años y muchas ganas de vivir. Para su cruzada particular cuenta con la ayuda de su hija Alicia, trabajadora del hospital. La familia busca sus antibióticos, sus medicinas, hasta el papel higiénico y el agua que bebe. «Como no hay bolsa para colostomías, el médico ha fabricado una con una botella de plástico. Pero se la ponemos y el desastre es aún peor», se queja Alicia.

A pocos metros descansa Yendry Arturo, de 49 años. «Cuando me abrieron tenía cinco huecos en el intestino. Me siento mal, no hay forma de conseguir las medicinas», relata con un hilo de voz. Sus dos hermanos recorren las farmacias de Caracas buscando antibióticos, vitaminas y soluciones salinas. Cuando las encuentran dan gracias a su Dios por el milagro. Y no exageran: la ausencia de medicinas en las farmacias y hospitales venezolanos ronda el 90%, que es lo mismo que decir que de cada 10 medicamentos que se buscan sólo se encuentra uno.

«Fuimos los pioneros en cirugía laparoscópica, en intervenciones bariátricas, hasta 10 semanales. Ahora ni una mensual, como mucho dos al año», desvela el residente Carlos Rodrigo, de 26 años, quien no pestañea para definir lo que está viviendo: «Esto es de otra época, tercer tercermundismo. Medicina de guerra«.

De las 700 intervenciones gástricas de 2013 a unas 200 actuales. Los médicos abren la puerta del «cementerio», el cuarto donde se acumulan aparatos tecnológicos de todo tipo, inservibles por falta de repuestos. Las varillas de las laparoscopias se reutilizan pese a que ni siquiera los aparatos para esterilizar son de fiar. Pero es que tampoco hay material para radiografías: enfermos o familiares fotografían la imagen en el ordenador del facultativo. Desde el primer día se ven obligados a aportar el papel para diagnósticos y demás estudios.

No hay reactivos para gran parte de los análisis, también falla el aire acondicionado, los tubos aparecen y desaparecen. Los trabajadores evitan llevar a sus parientes a su propio hospital, ni siquiera a Urgencias. A la zona de los enfermos más graves la denominan «la cámara de la muerte». «Venezolanos mueren hoy porque hay un 90% de escasez en medicinas, porque hay listas de espera en los hospitales, porque en los públicos el 60% de los quirófanos no está operativo y el 90% de los mamógrafos no funciona», destaca José Manuel Olivares, un diputado que hasta diciembre ejerció aquí como oncólogo. «Ésta es nuestra realidad hoy».

Con información de El Mundo 

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