En el foro que tuvimos con Leonardo Padrón y Tulio Hernández, a propósito del caso de los estudiantes venezolanos que han quedado a la deriva en el exterior porque no les dan divisas, quedó suficientemente claro que estos estudiantes no están becados por el Estado o por el Gobierno. Estos estudiantes están allí gracias a sus ahorros, que convirtieron en dólares para poder cursar estudios en el exterior. Es decir, son dólares de ellos, no dólares del gobierno. Pero como hay control de cambio, el gobierno es el que autoriza que se les otorguen esas divisas. Así para todo: si usted viaja porque le provoca ir a Disney World, o porque por razones de salud debe ir al MD Anderson de Houston, usted viaja con su dinero, su dinero que convierte en dólares. Pero, insisto, como hay control de cambio, entonces el gobierno es el que tiene que autorizar los dólares. Eso está claro.
Pero que esté claro para usted, para mí y para la mayoría de los venezolanos, no importa. El detalle está en que eso no está nada claro para el Presidente de la República. Leo en El Universal: “El presidente Maduro explicó que el otorgamiento de dólares es un beneficio que se da y que se deben reservar esos recursos para el país.”
«No, Presidente, usted no le está dando ningún beneficio a nadie».
Usted no es un ser magnánimo que dijo un buen día: mañana le voy a dar unos dólares a la gente. Esos dólares, esos dineros, son de los venezolanos, no suyos. Pero al decir esa frase, al manejar ese criterio, usted sencillamente se los está quitando.
A continuación el audio:
Ahora bien, el gobierno se especializa en ver para donde no es, en apuntar fuera del blanco. Tenemos una severa crisis de divisas, ¿y a dónde apunta el gobierno? A los llamados raspacupos. La cuerda siempre revienta por lo más delgado, dice el refrán. Pues bien, allí, a lo más delgado, es a donde apunta el gobierno de Maduro. No apunta, por ejemplo, a los 20 mil millones de dólares que, según Giordani, se fueron en empresas de maletín. No apunta a los escándalos de corrupción en la banca de Andorra, el Banco de Madrid o el HSBC en Suiza. Ayer no más, por ejemplo, comentábamos el escándalo de dos individuos, con prontuario por robo y tráfico de heroína, que, convertidos en asesores del entonces Ministro Nelson Merentes, viajaron a Andorra con pasaporte diplomático y maletas cargadas de efectivo. De eso ni el Presidente ni ningún alto personero del gobierno han dado ni una sola palabra.
Mientras, en España la crisis política venezolana cobra importancia. El presidente Rajoy se ha manifestado, el Congreso Español también, y ya el presidente Maduro -para decirlo castizamente- montó en cólera: “Se acabó, Rajoy. Tus abusos, ya se acabó. A Venezuela se respeta, que lo sepa España entera, Venezuela se respeta, caballero. ¿Que las cortes opinan? Vayan a opinar de su madre pero no opinen de Venezuela. Ya basta Cortes de España, abusadoras, élite corrupta de España, ya basta, se acabó”.
Ahora el pleito es con España. Ayer, en un tuit, Elías Pino Iturrieta se preguntaba: “¿Y ahora vamos a firmar contra España? ¡Qué ladilla!”
Es una legítima expresión de fastidio y de cansancio. Así estamos los venezolanos: hartos. Hartos de tanto cinismo e irresponsabilidad. Hartos de la burla y el caradurismo.