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¡INCONCEBIBLE! Gran miseria rodea a venezolanos que viven en «millonarias» zonas petroleras

El diario digital español El Confidencial ha publicado este lunes un especial escrito por la periodista Alicia Hernández, que muestra la realidad socio económica de las zonas petroleras del oriente venezolano.

Es un viaje contrastante entre la riqueza del petróleo y la miseria de las zonas cercanas a los campos petroleros, entre el discurso ultranacionalista y la participación de las transnacionales petroleras como socias de Pdvsa en la operación del negocio. Un artículo que desnuda una triste realidad alrededor del “oro” negro.

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En el reportaje, muestran la vida de los habitantes de la zona, donde llega agua cada ocho días traída por un camión cisterna. “Y poca tierra, apenas cinco kilómetros, la que separa la casa Yipsi (una habitante de la zona) de una fuente de la que manan 321 mil dólares diarios: un pozo de extracción de petróleo”.

Para llegar a Zuata, el poblado de Yipsi, hay que viajar ocho horas en un autobús desde Caracas a El Tigre, en el estado oriental de Anzoátegui. Sea de día o de noche no verá nada del camino, o muy poco. Por motivos de seguridad los conductores no dejan que las cortinas vayan abiertas. De El Tigre hay que recorrer 148 kilómetros más por una carretera con muchos baches, apenas asfaltada, entre campos que se extienden planos y largos como los de Castilla, a ratos con árboles salpicados en las lindes, vencidos a un lado por el fuerte viento. Casi todo el camino, paralelo a esa carretera, hay un tubo grande, gordo, oxidado, con pinturas de propaganda de elecciones pasadas. Es un oleoducto.

Zuata está dentro de la mayor reserva de petróleo del mundo, la Faja Petrolífera del Orinoco, 55.000 kilómetros cuadrados repartidos entre los estados de Monagas, Anzoátegui y Guárico. Según los cálculos de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), en la Faja hay 61 campos petroleros operativos, 2.606 pozos de extracción activos y una producción diaria que ronda los 838 mil barriles. Esos barriles daban más de 83 millones de dólares cuando el barril estaba a USD100. Con la caída del crudo, la cifra se queda en casi 37 millones de dólares diarios.

Son los días en los que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha firmado un decreto en contra de algunos altos cargos venezolanos y el Gobierno de Venezuela ha iniciado una campaña en contra. En la televisión pública se repite un vídeo de Hugo Chávez diciendo “váyanse al carajo, yanquis de mierda” y suena la canción de Alí Primera “Yankee go home”. El presidente Nicolás Maduro repite que los “gringos” quieren el petróleo de Venezuela. Pero Venezuela sigue vendiendo crudo a Estados Unidos. Según el Informe de Departamento de Energía de EEUU, 700 mil barriles diarios. Una cantidad que aporta unos ingresos al día de más de 31 millones de dólares con el barril a 44.

Y en Venezuela siguen las petroleras “gringas”. Desde hace años se cambió el modelo de empresa y todas son mixtas. Según la página de PDVSA, el 60% pertenece al Estado venezolano y el 40% a las empresas asociadas. Chevron es una de esas empresas. Según su informe de 2014 tiene el 39,2% de Petroboscan, el 25% de Petroindependiente y, en la Faja del Orinoco, el 34% de Petroindependencia y el 30% de Petropiar. En el mar la ley parece diluirse. En la Plataforma Deltana, tiene el 60% del llamado ‘Bloque 2’ y el 100 del ‘Bloque 3’.

El sabor del petróleo

La carretera principal es casi la única vía asfaltada en Zuata. El resto es tierra fina, como arena de playa. Hay casas de obra, casas de la Gran Misión Vivienda, hechas por el Gobierno al estilo de las de Protección Oficial en España, y hay casas como las de Yipsi, de bahareque. El padre de sus hijos trabaja en otro estado, en Bolívar, y va y viene cada 3 meses. Su padre, el abuelo, trabaja en el campo. Dice que la niña mayor no está en la escuela porque el uniforme –obligatorio en todas las escuelas públicas y privadas del país–? y los útiles le salen muy caros. Hace poco más de un año pidió una de las casas asignadas por la Misión Vivienda. “Estaba embarazada y sufro de los riñones. Me pedían ir en persona a montar las vigas, pero no podía ir en ese estado. Me quedé sin casa”.

También hay viviendas como las de Carmen Yanes, de obra y con el techo de asbesto. Más conocido como amianto, está prohibido en numerosos países, entre ellos España. Provoca asbestosis, una enfermedad pulmonar causada por respirar las fibras del amianto, y cáncer. Carmen ha pedido muchas veces que le cambien el techo. “Aquí no resuerven (sic) en nada, manita. Esa gente se agarra los reales para ellos y ya. Y yo sigo con mis picores”. Cuenta que le pica la piel y la garganta. Y están las casas de las hijas de Carmen, recién hechas, de obra, con los ladrillos grises a la vista.

En la parte trasera, bajo la sombra de un árbol de aceite, un grupo de hombres habla sentados; dos de ellos en sus motos, otro, de pie. “He mandado mi currículum varias veces a Pdvsa para trabajar, así sea para maniobrar la grúa, y nada. Trabajo chanceando en lo que se puede”, dice uno de los nietos de Carmen Yanes.

A veces tienen suerte y hay un cupo temporal de trabajo. Si sale alguna oportunidad, algún cupo en PDVSA, tiene prioridad la comunidad de alrededor de los pozos. Pero, como casi todo en Venezuela, hay quien aprovecha la oportunidad en la desgracia de otros. Los “vendecupos” ofrecen trabajo, pero a cambio de algo. “Ellos te dan el trabajo, pero si se paga a 9 mil bolívares, ellos se quedan 3 mil. No es mal dinero. Nadie dice que no”, explica otro de los hijos.

Otro de los jóvenes dice que en tres años que lleva Pdvsa en la zona, los han visitado, pero no han resuelto nada. “No tenemos cañerías, no hay agua corriente. Tenemos esos tanquecitos y a esperar”, dice la señora Carmen mientras lava en un barreño las tacitas de café que acaba de servir. Los tanques los entregó PDVSA como solución a la falta de agua. Con los mil litros que tienen, una familia de siete miembros cocina, bebe, limpia, se lava, por ocho días. También hay problemas con la luz. “Muchas veces se va un viernes y espere usted hasta el lunes, que vuelve”.

Si en Caracas el abastecimiento de comida es un problema, en el interior alcanza tintes dramáticos con algunos rubros. “La harina de maíz, cuando se consigue, está en 100 bolívares (su precio normal es de 17). Un paquete de pañales cuesta mil bolos y la leche en polvo, 600. El beneficio que ha dado este montón de compañías es que todo está más caro”, dice el señor de la barriga. La opción de comprar a precios regulados por el Gobierno no existe en Zuata: “Había un Mercal y lo cerraron”, dice Carmen.

Juana Guerra pertenece, junto a su marido, al consejo comunal. Se le pregunta quién lleva la alcaldía de la parroquia donde vive y dice “son de los nuestros”, del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). “Dicen que Zuata es una tacita de plata. Y no. Pdvsa no se pone a abrir un pozo de agua, la luz se va a cada rato, hay personas que viven en hacinamiento y han asignado muy pocas casas, gente que vive en casas de barro”, se queja en el quicio de su puerta, donde reposa, a la derecha y sobre un montoncito de arena, un barril de petróleo viejo.

“Quien se queja recibe amenazas”

Dice que ha ido a la Vicepresidencia del Gobierno en Caracas, pero que no ha obtenido respuestas. “En las elecciones vino el actual gobernador (Aristóbulo Istúriz), vio cómo estábamos. Y seguimos igual. Las calles están en estado lamentable, se levanta mucho polvo, los niños sufren de asma. No hay alcantarillado, la fosa séptica se llena en invierno…”. Y continúa una letanía de quejas que pasa por la salud, por lo impagable de algunos productos y por los vendecupos: “Eso los controla el sindicato y quien se queja recibe amenazas”. Y, posiblemente, no recibe más nunca trabajo. Dice que su marido tuvo suerte, fue de los primeros que empezó a trabajar fijo en Pdvsa y ahí sigue.

“Se llevan el petróleo de aquí, se lo llevan y lo que nos queda aquí son los barriles con los que juegan los niños”, dice Juana. El Confidencial intentó contactar al gobernador para conocer su versión, pero no fue posible concertar una entrevista.

A 14 kilómetros de El Tigre, está el campo laboral y residencial de San Tomé. Es una ‘pdvsalandia’. Trabajadores en mono rojo, autobuses con el logo de la empresa gubernamental, imágenes de Hugo Chávez y del presidente Nicolás Maduro. Y bellas casas. Al pasear por sus calles se viene a la cabeza la canción ‘Las casitas del barrio alto’, de Víctor Jara. Pero aquí las casas no son rosadas y celestitas, sino color crema y con los techos rojos. Pero con la entrada para el coche –ocupada por grandes autos, grandes camionetas–, jardín de césped alrededor y árbol con su respectivo columpio. Hay un hospital industrial, dos clubes recreacionales, cancha de golf, tenis… Y áreas verdes, muchas áreas verdes que se mantienen lozanas gracias a los aspersores de agua que hay cada tantos metros.

Y a la salida de San Tomé, un cartel: “Clase Obrera de la Faja rechaza injerencia fascista del Imperio”.

Información de: El Confidencial.

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