La tregua acordada por el gobierno sirio y las fuerzas rebeldes en la ciudad de Homs -asediada durante los últimos 18 meses- se vio empañada este sábado cuando un convoy de la Media Luna Roja y Naciones Unidas que transportaba ayuda humanitaria fue atacado durante varias horas y cuatro socorristas resultaron heridos.
El viernes, el primer día del cese el fuego, más de 80 niños, mujeres y ancianos fueron evacuados de las áreas bajo el control de los rebeldes. El estado de salud de la mayoría es muy frágil y muchos presentan graves cuadros de desnutrición y deshidratación.
Según ellos, en Homs no se consigue pan desde hace meses y muchos residentes han tenido que recolectar malezas y hojas para alimentarse.
Mientras las autoridades se reúnen para discutir si es seguro continuar con la entrega de ayuda este domingo, el tercer y último día de la tregua, nos preguntamos cómo ha podido durar tanto esta guerra civil.
A lo largo de los últimos tres años, el doctor Omar Gabbar ha visto cómo Siria se desintegra.
El cirujano radicado en Leicester, Reino Unido, visita regularmente el país donde su padre creció, a donde va como voluntario para una organización benéfica.
Él cree que el conflicto ya creó una generación perdida de sirios.
“Imagínese que su hijo no pueda ir a la escuela durante dos o tres años, o que usted no pueda salir a ganarse la vida, sin mencionar que no sea capaz de brindar una mínima dignidad a su familia”, dice.
“Es el momento de empezar a pensar como seres humanos, de no echar más combustible al fuego que está ardiendo en ese país y devorando a gente inocente que no pidió esto para su tierra”.
¿Cómo fue que las pequeñas protestas pacíficas contra el presidente Bashar al Asad que comenzaron en marzo de 2011 degeneraron en esto?
Estancamiento
El excanciller británico, David Miliband, encabeza el Comité Internacional de Rescate, una agencia de ayuda basada en Nueva York. Miliband afirma que las fuerzas del presidente Asad y los combatientes rebeldes están atrapados en un estancamiento destructivo.
“Nadie, ni adentro ni afuera, ha sido lo suficientemente fuerte como para lograr una victoria, al tiempo que ninguno de los bandos en este conflicto son lo suficientemente débiles como para ser derrotados”, comentó a la BBC.
“Eso ha llevado a un conflicto que, aunque algunos predijeron que duraría meses, ya lleva casi tres años, que ha costado un extraordinario número de vidas y al que no se le ve un final”.
¿Acaso hubo un momento en el que habría sido posible que las potencias occidentales hicieran más para poner fin a las hostilidades? ¿Podrían -o deberían- haber tratado de inclinar la balanza militar decisivamente al armar a los rebeldes opositores?
Respuesta lenta
Bente Scheller, de la fundación Heinrich Boll en Beirut, acaba de escribir un libro sobre lo que llama el “juego de la espera” de Asad. Cree que el mundo subestimó la resiliencia del régimen.
“En 2011, la comunidad internacional estaba tan ocupada observando lo que ocurría en otros países de la región, que nadie tomó en serio la revolución en Siria”, afirma.
“Asad tenía todo el tiempo del mundo para proceder con su estrategia de medidas drásticas contra la insurgencia, para acabar con la revolución por medios militares desde el principio”.
Las esperanzas de los rebeldes terminaron temprano.
Los líderes políticos de la oposición daban la impresión ante muchos observadores de estar irremediablemente divididos. Las potencias mundiales clave también estaban estancadas como durante la Guerra Fría.
Los combatientes islamistas y yihadistas sacaron ventaja de este vacío de poder, permitiendo a Asad proyectarse como la última esperanza para la estabilidad.
Monzer Akbik, jefe del estado mayor de la opositora Coalición Nacional Siria, es muy crítico de lo que considera la impotencia de Occidente ante la crisis.
“Se podrían haber salvado decenas de miles de vidas si la comunidad internacional hubiera actuado, en 2011 o en 2013, cuando se usaron armas químicas”, señala.
“Hoy Asad sigue bombardeando indiscriminadamente, torturando hasta la muerte, cometiendo crímenes de guerra. Y aún no hay ninguna acción de la comunidad internacional”.
Algunos políticos que observaron cómo se desarrolló la crisis ahora están sufriendo por la decisión de Occidente de no intervenir.
“Si esa política produce lo que vemos en Siria, ¿es eso genuinamente mejor que las consecuencias de la intervención?”, pregunta Alistair Burt, funcionario responsable de Siria en la cancillería británica hasta octubre de 2013.
“Creo que el jurado está deliberando y que con el tiempo, el imperativo de respaldar más activamente a la oposición se ha fortalecido”, añade.
¿Futuro con Asad?
La estrategia de Asad ha sido consistente: hacer lo necesario para asegurar la supervivencia del régimen. Es un enfoque que funcionó para su padre, acusado de sacrificar a decenas de miles de sirios en la década de 1980 mientras el resto del mundo miraba para otro lado.
El régimen actual se ha debilitado, pero aún se las arregla para confundir los pronósticos de su inminente colapso, en parte debido a sus poderosos patrocinadores en Rusia, Irán y los combatientes del Hezbolá libanés.
Asad depende de fuerzas extranjeras para fortalecerse, pero también se las ha arreglado para debilitar y dividir a sus enemigos.
Asimismo, el creciente fortalecimiento de combatientes islamistas y yihadistas le ha permitido argumentar que cualquier alternativa a él sería peor que el status quo.
El exembajador estadounidense Ryan Crocker está entre quienes exhortan a Occidente a reconsiderar lo impensable: una futura Siria aún controlada por Asad.
Cree que la alternativa es que una afiliada de al Qaeda se haga con el poder en Damasco.
“Preferimos despreocupadamente asumir la posición de que Asad se vaya”, dijo. “Pero si se va porque lo saca la oposición radical sunita, enfrentamos la perspectiva de un país en manos de al Qaeda”.
“Por malo que sea Asad, creo que eso sería mucho peor”.
El ataque con armas químicas contra Ghouta en agosto pasado, lejos de acabar con Asad, podría haber prolongado su mandato.
Reino Unido y Estados Unidos se desanimaron de emprender una acción militar. En cambio, Asad se comprometió a destuir su arsenal químico, con lo que se fortaleció políticamente.
Si prospera el proceso de paz en Suiza, la estrategia brutal -aunque hasta ahora exitosa- de Asad para su régimen se enfrentará a su prueba más grande, con información de BBC Mundo / Noticias24.