Fue noticia en titulares del mundo la denuncia del intento de golpe de estado al gobierno de Nicolás Maduro, 10 oficiales de la aviación detenidos tras el desmantelamiento de la supuesta operación aérea que con supuesto apoyo financiero de la embajada estadounidense, pretendía atacar puntos estratégicos del poder gubernamental de este país suramericano.
¿El objetivo? un magnicidio
No hay razones para desconocer y mucho menos para ubicar en la arena de la ficción esta versión, que fue detalladamente dibujada en el aparato comunicacional del gobierno venezolano.
Pero resulta imperativo contextualizar que alrededor de esta supuesta patraña “apoyada por el imperio para derrocar a un presidente democráticamente electo”, existe como antecedente que desde 1999, cuando se inició la revolución bolivariana, bajo la égida del fallecido presidente Chávez, por lo menos se han denunciado 2 intentos de magnicidio y de golpes de Estado por año, es decir más de 32 en los últimos 16 años.
Esta edición 2015 de intentona golpista, tiene un escenario económico y social muy particular. Es clave para entender a la Venezuela de la última semana, que horas antes de la denuncia de una nueva conspiración contra Maduro, se anunciaron medidas económicas en el ámbito cambiario que se traducen de manera automática en el aceleramiento de los flagelos que realmente golpean con saña a los venezolanos: la devaluación y la inflación, las más altas del continente.
¿Se trata de un mecanismo distractor de la opinión pública y una estrategia para reunificar a los chavistas molestos alrededor de Maduro ante la supuesta amenaza imperial? ¿Es absolutamente apegada a la verdad la versión oficial?
La verdad es que sea lo que sea y sin ánimos de dudar a priori de la versión del gobierno, es evidente que esta especie no levantó ni un mal pensamiento en la mayoría de los venezolanos acostumbrados durante todos estos tiempos a letanías de conspiraciones.
Lo único indiscutible es este país que contó durante más de 10 años con un récord histórico de ingresos por concepto de renta petrolera, con una bonanza añorada por cualquier vecino de la región, es que está irónicamente abrumado por un desastre económico aderezado con una dramática escasez. Y lo peor, sin un panorama claro de cómo salir de un esquema de ruina que se agudiza minuto a minuto.
Los inequívocos golpes
1. Una inflación en 2014 que según cifras oficiales llegó al 68.5% y que solo en 2015 acumula un 17%, hace proyectar a los economistas que este año, que apenas comienza, podría concluir con un índice en este rubro de 3 dígitos.
2. La reciente devaluación “encubierta” en el único país del mundo que tiene 3 tipos de cambio arrinconó el salario mínimo de los trabajadores formales venezolanos a US$33 mensuales, solo comparable con Cuba.
3. La escasez de productos básicos y por ende las humillantes colas ya se convierten en un mal crónico en la escena diaria de este país, en donde aunado al estrangulamiento del aparato productivo por el cierre de más de 4 mil empresas en la última década, estructuras mafiosas y también miles de personas sin opciones ante el desempleo, encontraron en la compra y reventa a sobreprecio de productos desaparecidos el negocio de sus vidas. Una dinámica en crecimiento que el gobierno- a pesar de sus intentos fallidos- no ha podido detener.
4. La persecución a empresarios por supuesta conspiración y acaparamiento de productos básicos termina de erosionar la confianza en una Venezuela que tiene viva la cicatriz del desastre que significaron las confiscaciones de empresas y fincas productivas. Hoy todas esas unidades de producción “recuperadas por la revolución” están quebradas.
5. La industria que sigue en ascenso es la del crimen organizado, el secuestro y la extorsión, conspirando con mucha fuerza contra la paz de los ciudadanos que viven en el umbral del miedo. En este país suramericano se ubican 5 de las ciudades más peligrosas del mundo, siendo Caracas la tercera más sangrienta en el ranking de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), solo superada por San Pedro Sula (Honduras) y Acapulco (México).