Eliézer Otaiza –el asesinado ex director de la policía secreta bolivariana que según el régimen de Nicolás Maduro fue víctima de un complot planificado en Miami- (en serio lo dijeron), en realidad murió en manos del hampa común, luego que el cercano colaborador de Hugo Chávez se perdiera en un barrio marginal y fuera interceptado por una banda de delincuentes. Pero esto sirvió de escenario perfecto para hacer una tremenda jugada política, y el régimen no iba a desaprovecharlo.
Documentos policiales y declaraciones de personas cercanas al caso obtenidas por el Nuevo Herald muestran que Otaiza tampoco fue torturado antes de morir, como han aseverado varios portavoces del chavismo, y que el régimen hizo uso de las mentiras para tratar de vincular a sus oponentes con el asesinato, como de hecho lo aseguró Diosdado Cabello, quien de inmediato culpó a la oposición.
Otaiza, quien también fue diputado y ocupó diferentes cargos durante el mandato de Chávez, fue encontrado muerto el 26 de abril del 2014, al pie de un barranco. Estaba semidesnudo y había recibido varios disparos.
En la dirección de la policía política del chavismo, que dirigió en los primeros años del mandato de Chávez, Otaiza ganó la fama de ser un personaje radical y muy agresivo, que hacía uso de la amenaza con facilidad para intimidar a quienes se resistían a cumplir con su voluntad.
Otaiza, posteriormente mantuvo estrecho vínculos con los denominados Colectivos, bandas armadas y violentas de paramilitares vinculados al chavismo que en ocasiones son utilizadas para intimidar a la población.
Su muerte, al igual que el posterior asesinato del diputado oficialista Robert Serra, ha sido utilizada por el régimen de Maduro para tratar de reforzar la imagen de que sus funcionarios están permanentemente bajo asedio de una oposición que está dispuesta a utilizar la violencia y el sicariato para combatir la revolución.
No obstante, los resultados de las pesquisas realizadas muestran que ninguno de los dos asesinatos fue ejecutado por motivaciones políticas, y que tal como ha quedado en muchos de los 16 casos de magnicidio presentados por Maduro en los últimos dos años, la ficción pesa mucho más que las pruebas en las denuncias formuladas por el chavismo.
Según el propio Maduro, el asesinato del ex jefe del SEBIN, en ese entonces conocida como DISIP, fue cometido por sicarios contratados por sectores de la oposición para generar una falsa sensación de que la criminalidad está desatada en Venezuela.
“El asesinato de Otaiza fue planificado”, manifestó Maduro, quien trató de vincular el asesinato a la oposición, en medio de la feroz represión emprendida por su régimen para aplacar las protestas estudiantiles del año pasado.
“El asesinato de Otaiza fue ejecutado como un ‘falso positivo’ para que fuera presentado ante la opinión pública como un hecho de violencia más; como se planifican los falsos positivos en Colombia. El asesinato de Otaiza lo alentaron desde Miami sectores que tuvieron el poder mediático y económico en Venezuela en el pasado”, enfatizó.
Pero nada de esto es lo que aparece en las investigaciones realizadas por las autoridades policiales de Venezuela.
Según las investigaciones policiales, Otaiza fue asesinado en la madrugada del 26 de abril del 2014, luego que la víctima llevara a uno de sus asistentes hasta su residencia, en Lomas de Prado del Este, en el municipio capitalino de Baruta.
Otaiza, quien conducía una camioneta Toyota, modelo Land Cruiser VX, se retiró para ir a su propia residencia, ubicada en la parroquia Coche, municipio Libertador.
En el trayecto, Otaiza se sale de la vía que habitualmente tomaba, creyendo que estaba tomando un camino más directo a su residencia, pero terminó perdiéndose en el sector conocido como el barrio La Palomera, parroquia Baruta, se señala uno de los documentos.
Mientras buscaba una salida, Otaiza pasó frente a una casa donde se realizaba una fiesta, a través de una calle muy estrecha. En el lugar, estaban presentes varios sujetos pertenecientes a una banda criminal denominada Los Menores, que al presumir que la camioneta era conducida por agentes de la policía, desenfundaron sus armas.
“Procedieron en el acto a rodear el vehículo y a bajar al hoy occiso, despojándolo de un arma de fuego para su defensa personal, así como de un (01) reloj, una cartera con sus documentos personales, la cantidad en efectivo de quinientos (500) bolívares y tres (03) equipos móviles”, resalta uno de los informes.
“Acto seguido procedieron a propinarle a la víctima varios golpes en diversas partes del cuerpo, entre ellas en la región cefálica, empleando para ello la empuñadura de un arma de fuego, causándole fractura en la región parietal posterior línea media, seguidamente le efectúan un disparo con arma de fuego”, añade.
Una vez herido, Otaiza es introducido en el asiento posterior de la camioneta, a la que también ingresan varios integrantes de la banda delictiva.
El vehículo posteriormente salió del lugar, seguido por varios sujetos en motocicletas, resalta el informe, elaborado en base a los testimonios de las personas que se encontraban en el lugar.
“Una vez en la Carretera La Mata Turgua, […] bajan al ciudadano Eliézer Reinaldo Otaiza Castillo del vehículo y le efectúan otro disparo con arma de fuego, causándole la muerte; quien ya sin vida, fue arrojado al vacío en una zona boscosa con la finalidad de ocultar el cadáver”, resalta el informe.
Los integrantes de la banda fueron posteriormente inculpados por la policía, pero hasta el momento la máxima cúpula del chavismo sigue insistiendo que se trataban de sicarios contratados por sus adversarios.
Ese patrón fue utilizado meses después con el asesinato del diputado oficialista Robert Serra, cuya muerte es atribuida por el régimen de Maduro a sicarios contratados por el ex presidente colombiano Álvaro Uribe en un crimen planeado en Miami.
No obstante, documentos policiales obtenidos por el Nuevo Herald y personas cercanas al caso, Robert Serra era un violento homosexual que fue víctima de un crimen pasional, asesinado por su amante y ex guardaespaldas personal, quien decidió matarle porque temía que el diputado terminara haciendo lo mismo con él.
Antonio María Delgado / El Nuevo Herald