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¡SIN PAÍS NO GOBIERNO! La angustiante tragedia de venezolanos que mueren en el extranjero

Katherine Rivero falleció en Madrid a los 37 años, solo dos meses después de haber salido de Venezuela. Su madre se despidió de su cuerpo diez días después de la muerte sin saber cómo reunirá un par de miles de euros –de esos que cuestan casi 700 bolívares– para disponer de sus restos.

Salvatore Santopietro había acordado reunirse a las 8.00 pm con su novia Katherine Rivero para cenar. Pero la chica, a quien conoció en el Colegio Américo Vespucio de Caracas, no llegaba. Como a las 10.30 pm la encontró muerta en una silla del apartamento que compartían, le dio respiración boca a boca, pero no hubo remedio.

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“No es la primera vez que me pasa, ¿sabes? Mi padre murió en mis brazos estando de vacaciones en Margarita”, me contó mientras las lágrimas corrían veloces por sus mejillas. Estaba en una butaca a mi derecha esperando que prepararan el cuerpo de Katherine para la última despedida. No siguió.

Frente a mí, Nelly Mora –su nombre real es Celis, pero nadie le llama así– hablaba un poco de su nieta: “me dijo, ‘tráeme algo de Verónica’, los niños andan en su mundo y no se dan cuenta de nada”. Pero sus acompañantes: Salvatore, Ángela (también amiga de Katherine desde hace muchos años), Cristina –sicóloga del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad Complutense de Madrid– y yo, no conocemos a ese personaje del mundo infantil. Ninguno ha oído hablar de Verónica, pero el tema nos gusta a todos para ese momento.

A Nelly le costó llegar a la butaca donde espera para ver el cuerpo de su hija. Unas cuatro horas antes aterrizó en Madrid. “Me siento vacía, no me importa la gente”, reflexionó. Viste una blusa azul marino con lunares blancos, bluyín y zapatos de goma. No repara en que España vive la peor ola de calor de su historia, no se queja de eso. Es menuda, delgada, rubia y camina decidida. Llora, se derrumba, pregunta por qué, se recompone, se queja del gobierno de Venezuela, agradece al grupo Venezolanos en Madrid que se comunicó por Facebook para ayudar.

“Soy una madre desesperada”, decía su primer mensaje publicado días después de la muerte de su hija. Un amigo le comentó la existencia del grupo y le recomendó pedirles ayuda.

Muchos se conmovieron, dieron el pésame y preguntaron cómo contribuir. Otros dudaron y pidieron referencias y detalles de la muerte. Comenzaron los insultos y nadie aclaraba. “Me dio rabia que dudaran”, apuntó Nelly a la salida “y yo no tenía cabeza para entrar a aclarar”. Neiry Carrasquero, de la agencia de viajes Zafiro Jardines en Islas Canarias, donó el pasaje de Nelly a Madrid y los amigos de Katherine pagarán el de vuelta a Caracas.

“Eres necesaria por tu nieta, por tu hijo”, dijo Cristina a Nelly cuando pidió morir mientras le fallaban las piernas después de ver el cuerpo de su hija.

Alguien contó que hace poco murió un venezolano en Alicante y el grupo local de Facebook ayudó. Hace semanas nos enteramos de la muerte de una joven llamada Charlie García en Canadá, una parte de la ayuda salió de compatriotas y otra del consulado venezolano. Un amigo que tenía en común con Katherine también en esa red, a quien contacté el fin de semana, me dijo que ha oído de casos similares en Berlín y Dublín: “gente de familia humilde”.

Y qué emigrante, después de perder la fe en Venezuela por la inseguridad o por las precarias condiciones económicas, toma previsiones para afrontar su propia muerte. O, peor, como la asume una familia en un país donde el salario mínimo es 7.500 bolívares y un kilo de tomates cuesta 330 y una docena de huevos 550.

Por otra parte, a la comunidad emigrante no necesariamente le va mucho mejor. Sus ingresos pueden ser muy ajustados. Al menos las donaciones del grupo de Venezolanos en Madrid se movieron lentamente, más por falta de recursos que de interés.

En seguridad personal sí mejoran los emigrantes. “En esta época muere mucha gente en Madrid”, me contó uno de los representantes de las funerarias que ofrecen servicios en la entrada del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad Complutense. A ese lugar llevan a todos los fallecidos en la Comunidad de Madrid, cuya muerte debe investigarse. “¿Cómo cuántas personas traen?”, insistí. “A veces hasta ocho o diez en un día. Pero hoy no ha llegado nadie”, respondió.

El problema para la familia en Venezuela es grande. El presupuesto más bajo para la cremación este día asciende a 1.500 euros (no sabemos si sumarán más renglones a la cuenta final). Trasladar el cuerpo cuesta entre 4.000 y 5.000 euros, pero la cremación además exige menos trámites. El piso de 1.500 euros a 690 bolívares en el mercado negro significa Bs. 1.035.000. Son 140 salarios mínimos.

Cencoex no tiene un procedimiento expedito para la muerte. El Consulado en Madrid pidió seguir unos procedimientos, pero Nelly debía ponerse en lista de espera para un vuelo a Madrid y, quizás, esperar una semana más para viajar. También quieren ver de antemano el certificado de defunción, pero Madrid no lo emite hasta que se disponga el sepelio y ese trámite debe hacerlo un familiar. Katherine no tenía familia en España. Por ahora, la trabajadora social firmó un certificado de que el cuerpo está ahí.

“¿Sabes cuánto cuesta un poder en el Consulado de Venezuela?”, dijo Salvatore: “300 euros”, se respondió”. “¿Sabes cuánto cuesta en el de Colombia?”: “12 euros”.

El muro en Facebook de Katherine Rivero, 37 años, está lleno de selfies protagonizados por sus ojos pardos. Seguramente no pensaba en la muerte cuando se despidió de su madre hace dos meses. Le dejó su gato “tremenda broma que me echaste”, contó Nelly que le dijo al recibir el animal. En Madrid también quería un gato, recordó Ángela, su amiga. Y días antes de morir encontró uno recién nacido. “Era chiquitico. No abría los ojos, pero se movía, se estaba asando a 40 grados en el asfalto. Lo recogió”.

La decimoprimera noche de su muerte, cuya causa la determinará un juzgado en una resolución que puede demorar un mes y medio, la pasa de nuevo en la morgue, a la espera de que se consigan los euros que le permitan el descanso eterno.

El Estímulo vía PanCaliente.

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