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¡EL RÉGIMEN Y SU FARSA! Gobierno de Maduro oculta cifras oficiales que evidencian el desastre

Uno le pregunta a cualquier norteamericano cuál es la tasa del dólar en el mercado oficial y en el mercado negro, y el interlocutor lo observa desconcertado. Recién al cabo de algunos minutos descubre que le están tomando el pelo.

La confusión mental es uno de los problemas más graves que enfrenta una persona en cualquier sociedad. A eso le sigue el paulatino olvido de las nociones más elementales, como preludio a un cuadro clínico devastador. Eso no le ocurre jamás a un venezolano. Ya el hecho de tener una tasa de dólar oficial, y varias tasas que abarcan una amplia gama de predilecciones, convierten su cerebro en algo más afinado que un violín bien templado.

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Hace algunos días, el Miami Herald publicó una nota insinuando que Transparencia Internacional pasó a la clandestinidad en Venezuela. El gobierno, y sus agencias, también han optado por una transparencia del color de la tinta china. Eso evita que los funcionarios mientan, algo que es poco fotogénico, basta ver cómo le creció la nariz a Pinocho, o digan la verdad, cuyos resultados pueden ser devastadores.

The Miami Herald dijo que una especie de sudario cubre hasta la información más elemental. El gobierno no divulga cifras sobre la tasa anual de inflación, las muertes en las carreteras, los gastos en materia de turismo o los índices de aborto espontáneo.

Ahí está el ejemplo de Deivis Ramírez, un reportero policial que debe ir de manera cotidiana a la morgue para descubrir cuantas personas han sido asesinadas en Caracas en el curso de una semana o de un mes.

Conseguir cifras de funcionarios que están siempre ocupados o escondidos en el baño es harto difícil. “Es como un parto cotidiano”, dijo Ramírez al diario. “Las estadísticas de crímenes son las más difíciles de obtener”.

En ocasiones, los malabaristas del gobierno ni siquiera necesitan mentir para desalentar la verdad. Ramírez dijo al diario que ahora, cada vez que una persona es baleada por la policía, el episodio no es clasificado como un “homicidio”, sino como “resistencia a la autoridad”.

Uno de los casos más famosos de resistencia a la ajutoridad es el de José Miguel Odreman, líder del colectivo chavista 5 de marzo. El 7 de octubre de 2014, en un video, captado por las cámaras de Televen, Odreman responsabilizó al entonces ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, por cualquier cosa que le pudiera ocurrir.

Poco después, Odreman fue muerto de 32 balazos por funcionarios policiales. El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas informó que Odreman “Era el jefe de una banda delictiva de ex policías implicada en múltiples homicidios”.

Minutos después, algunos “twiteros” divulgaron fotografías donde Odreman aparecía junto a importantes figuras del chavismo, desde su líder, Hugo Chávez Frías, hasta Cilia Flores, la primera dama del país.

Casi un día más tarde, el presidente Nicolás Maduro ordenó investigar “los extraños sucesos” en los que murieron cinco personas, entre ellos Odreman, en el tiroteo entre activistas de los colectivos y funcionarios del Cicpc. Y de esa manera, se acabó toda investigación. Acatando las normas de las autoridades venezolanas, Odreman debería ingresar en el casillero de “resistencia a la autoridad”.

En otros casos, muchos “asesinatos indiscutibles”, señaló el periódico, son engavetados en un archivo con el rótulo “bajo investigación”. Y de allí, pasan a navegar el Triángulo de las Bermudas.

Aunque la Constitución de Venezuela garantiza el acceso público a toda la información gubernamental (estamos seguros que también la Constitución de Corea del Norte) del dicho al hecho hay un largo trecho. A cada rato el presidente Nicolás Maduro exige a la prensa “decir la verdad” sobre su gobierno, recordó The Miami Herald. Pero, sin estadísticas oficiales, es muy difícil opinar.

Ahí está el caso del gobernador opositor Henrique Capriles, quien reveló que la inflación durante los cuatro primeros meses de 2015 se había acercado al 50 por ciento. El año pasado, la inflación anual en Venezuela fue del 68,5 por ciento, la mayor del hemisferio.

Y si las cosas siguen así, seguramente será la mayor del mundo antes de concluir el 2015. (Todavía hay que determinar qué ocurrirá en Zimbabue o en Siria). Pero ¿son ciertas las cifras mencionadas por Capriles? Después de todo, es un opositor, no un funcionario del gobierno. Puede ofrecer la cifra que se le antoje. No hay manera de corroborarla, pues el Banco Central mantiene su mutismo desde el inicio del año.

Carlos Correa, director de Espacio Abierto, recordó que el Banco Central solía publicar cifras de la inflación “de manera religiosa en los primeros días de cada mes”. Ahora, dijo Correa, «no están publicando información alguna”.

Los funcionarios del Banco Central podrían ganar el concurso mundial de escamoteo de las cifras. Cuando comenzaron a escasear productos de primera necesidad en el 2014, la institución,una dependencia más del poder central, cesó de publicar su “índice de escasez”. Durante años, eso formó parte de su información regular.

The Miami Herald dijo que el gobierno chavista tiene una increíble capacidad para ocultar malas noticias. “En el 2003, cuando la tasa de asesinatos y crímenes comenzó a subir”, indicó la publicación, “el gobierno cerró la oficina de prensa de la policía encargada de proporcionar datos de manera regular”. Eso ocurrió en los comienzos de la administración de Hugo Chávez Frías, quien siempre mostró gran timidez a la hora de divulgar cualquier noticia que pusiera en duda los logros de la Revolución Bonita.

No importa si la información es peligrosa para el gobierno o totalmente inocua. Por ejemplo, en el 2014, la organización Espacio Público solicitó información sobre 10 cuestiones que no eran de vida o muerte.

Por ejemplo, ¿cuánto pagó la emisora clandestina Telesur para que el ex futbolista argentino Diego Maradona emitiera sus filosóficos comentarios sobre la Copa Mundial de Fútbol? Hay dos posibilidades: o Maradona cobró un bojote de dinero, y en estos tiempos mencionar salarios altos es peor que mentar la soga en casa de ahorcado, o el ex futbolista trabajó gratis, y es demasiado humilde para revelar su aporte a la causa.

Las dos posibilidades existen, pero no se ha formulado respuesta alguna. Tampoco el Fondo Nacional de Desarrollo, FONDEN, quiso notificar cuánto dinero hay en sus arcas.

En otra ocasión, Espacio Público pidió a un tribunal que informara qué pasos había adoptado el ministerio de Salud Pública tras revelarse que medicina importada de Cuba se había perdido o había pasado su fecha de vencimiento. La Cámara Político Administrativa de la Corte Suprema calificó la solicitud de “una amenaza a la eficiencia y eficacia de la administración pública”.

A comienzos de mayo, el Bank of America dijo que “la economía de Venezuela representa un formidable desafío para los investigadores. Datos sobre indicadores claves requeridos para evaluar una razonable actividad fiscal o externa son imposibles de obtener. En otras ocasiones, los informes son ofrecidos tras graves demoras”.

En diciembre pasado, el ministerio de Comunicación e Información cesó de comunicar y de informar a muchos corresponsales extranjeros. Aunque las notas que envía el ministerio son simples “press releases,” sin el menor valor informativo, algún funcionario temió que algún corresponsal pudiese leer entre líneas.

Sin información alguna, ese peligro quedaba cancelado. Y la excusa, como podrá adivinar el lector, era que había “problemas con las computadoras” y era imposible enviar la información por correo electrónico. “Cuatro meses más tarde”, informó The Miami Herald, “el problema aún no había sido solucionado”.

Mercedes De Freitas, directora de Transparency International en Venezuela, emergió brevemente de la clandestinidad para explicar que “La opacidad es la ley, y la política cotidiana” del gobierno chavista. “Lo que resulta insólito es poseer información completa y pública”. Una de las virtudes de ese enfoque es que “resulta imposible averiguar cómo se invierten los gastos públicos”, dijo De Freitas.

El diario dijo que “la mezcla de falta de información y de impunidad, ha hecho que Venezuela se halle ubicada en el puesto 161º del Índice de Percepción de la Corrupción” elaborado anualmente por Transparency International. Venezuela está a 11 puestos del fondo de la olla, en un empate cabeza a cabeza con Haití y con Yemen. Recordemos que Haití es el país más pobre del Hemisferio Occidental, y que Yemen está hundido en una catastrófica guerra civil.

De todas maneras, algo bueno ha conseguido el chavismo ocultando información: mantener la mente del venezolano tan afilada como el escalpelo de un cirujano.

En otros países, las personas usan calculadoras para realizar las operaciones aritméticas más elementales. Un venezolano, sin importar su edad, le resolverá hasta la raíz cuadrada de la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo, y cuanto debe pagar de propina al bachaquero que le consiguió un neumático en San Cristóbal.

Y eso, mientras observa con uno de sus ojos el grupo de motorizados que está inspeccionando el capot de su carro, y con el otro a las fuerzas que intentan imponer el orden tras volcar una gandola cargada con bolsas de harina Pan. Todo eso, en milésimas de segundo, y sin gesticular, o hacer un solo movimiento innecesario.

Y a fin de cuentas, ¿para qué sirven las estadísticas? Solo para amarga la vida. El ser humano disfruta de una sola vida. No tiene un botón que pueda oprimir a fin de conseguir una segunda oportunidad. Por lo tanto, durante su paso por la tierra, debe abandonar toda aflicción, y disfrutar cada jornada al máximo, como si fuera el último de su vida. (Algo que ocurre anualmente con al menos 24.000 de sus compatriotas).

El buen soldado Schweik nunca se sintió afectado por las estadísticas. Por el contrario, las adoraba. “Me encantan las estadísticas”, decía, “porque en primer lugar son muy precisas. En segundo lugar, ofrecen pormenores muy detallados. Y en tercer lugar, aunque siempre mienten, es lo único que tenemos”.

Por: @mszichman / TalCual.

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