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OPINIÓN: ¡La felicidad por decreto! El chiste se cuenta solo

Una cosa que no se le puede negar a Nicolás Maduro es su creatividad. Eso del Viceministerio para la suprema Felicidad Social es de una originalidad absoluta. No solo aquí en nuestra tierra sino en ninguna parte del mundo una ocurrencia como esa jamás le ha pasado por la cabeza a nadie. En la práctica se trata de concentrar en la presidencia las distintas «misiones» sociales ya existentes. Sobre la bondad o no de la idea no nos pronunciaremos.

Son cambios organizativos más o menos convencionales, reagrupando los distintos programas sociales en nuevas unidades, cuyos resultados los irá diciendo el tiempo. Pero lo del nombre es lo realmente radiante.

Eso de la felicidad casi decretada no se la había ocurrido ni a Chávez, a quien si algo no se le podía negar es la originalidad de muchas de sus salidas.

El gobierno, pues, desea la felicidad de sus súbditos y para ello ha creado un viceministerio que se encargará de hacernos felices. La felicidad como designio, burocrático, pues.

Maduro riendo

La manía nominalista que caracteriza a este gobierno reluce como un diamante con este viceministerio.

Basta con nombrar las cosas para que se den por hechas. Creado el organismo burocrático que nos hará felices no queda otra que sentarse a esperar que los efectos y efluvios de ese organismo vayan difundiéndose por esta tierra de gracia para que sus habitantes comencemos a sentir ese calorcito en el alma que se nos produce cuando la vida nos sonríe.

La verdad es que la suprema felicidad es difícil de sentir cuando solo vivir y comer cuesta un ojo de la cara.

Ni el doctor Pangloss, celebre personaje ultraoptimista de Voltaire, podría mirar su realidad con una sonrisa permanente si hubiera tenido que hacer mercado por nuestros lares. Contra eso se estrella cualquier organismo burocrático al que se le asigne la tarea de hacernos felices.

Fuente: Opinión / Tal Cual.

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