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¡TRISTE DESPEDIDA! Cruz-Diez: «Me duele profundamente que en mi obra se despidan del país»

Sus obras no son cuadros, son acontecimientos. La magia cinética de los eventos que suceden en las paredes de la galería Gimpel & Muller, de la rue Guénégaud de París, provoca fascinantes mezclas de colores en las retinas de los asistentes. Contemplan así las creaciones del venezolano Carlos Cruz-Diez.

Son las 9:45 de la mañana. ¡Bonjour! Ha llegado el maestro. Menudo y gigante a la vez, luciendo una sonrisa imperecedera, atraviesa con su típico andar apresurado la cámara de cromosaturación que se ha instalado en la sala principal del espacio artístico.

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Saluda a todos. Da signos de humildad infalible en su proceder y en sus modales. Observa con delicadeza a los invitados y con carísima atención se acerca a cada uno cuando lo considera oportuno. Hace gracia su acento “venezolanísimo”, que aún no pierde a pesar de vivir en Francia desde 1960.

“Estoy bien, muy bien. A veces me canso un poco, pero la cabeza la tengo buena. Es lo que importa”, contesta a carcajadas cuando se le pregunta sobre su estado de salud. Pero su risa –tan característica– se desvanece levemente cuando reconoce que se “conmueve mucho” al ver las fotografías que cientos de venezolanos se toman sobre su obra en Maiquetía, antes de emigrar del país.

Después de dar una visita guiada en francés a todos los presentes, recibe nuestra entrevista. Con su lucidez, Cruz-Diez reafirma una vez más por qué es el emperador del espacio cromático.

Su más reciente exposición lleva por nombre “Rojo, Verde y Azul – Los colores de un siglo”. Usted casi tiene un siglo (¡Caramba, es verdad!, exclama entre risas), cumplió 91 años y plasmó sus memorias en un libro. ¿Lo hizo por necesidad interior o por dejar enseñanzas a los jóvenes artistas?

Me pareció conveniente informar sobre lo que yo viví, cómo fue mi formación y de dónde vengo. Para que sirviera de información para las nuevas generaciones. Refiriéndome a nuestro país, creo que el venezolano no ama o no le interesa su historia. Por eso estamos viviendo de nuevo en el siglo XIX, porque nadie se da cuenta de que estamos en esa época, porque no conocen su pasado. Quise contar mi aventura y también decir que sí se puede. Cuando uno emprende algo con coherencia y quiere decir algo a los demás con un discurso generoso, la gente lo oye y lo acepta. Además, yo viví momentos históricamente importantes, porque estuve cuando se crearon las dos influencias más grandes que tuvo el cinetismo. También quise contar cosas amables de la vida. Ya está bueno de tanto drama.

Recientemente, el neurocientífico Beau Lotto explicó que cada persona ve los colores de una manera diferente pues los percibimos a través del cerebro. Usted siempre ha afirmado que el color es una circunstancia pasajera. ¿Cómo puede ser entonces que algo inexistente o circunstancial nos afecte intensamente?

Es una información que nos llega y que nos invade. Vivimos en un espacio que está coloreado, lo que pasa es que percibimos ciertas ondas nada más. Recibimos solo pequeñas frecuencias de ese amplio espectro que sucede durante las 12 horas que el sol ilumina a la Tierra. Estamos inmersos en el espacio y el espacio es material. Fíjate que cuando lanzan cohetes se incendian, porque es sólido. Lo vemos, la Tierra desde lejos es azul. El color es presente continuamente, produce un placer que aprendes a leer, si aprendes a leer el espacio. No estamos acostumbrados a eso, leemos solo la ocupación del espacio, las cosas, las formas. Yo te veo a ti y tú me ves a mí, pero entre nosotros hay un espacio. El color invade el espacio y es didáctico. Todas estas obras que ves no son cuadros, son soportes de una reflexión. Eso genera placer, rechazo y otros sentimientos humanos.

Usted ha trabajado en liberar el color de la forma. Kandinsky afirmó que “todas las formas son ciudadanos del imperio abstracto”. Entonces ¿A qué imperio pertenecen los colores?

Al imperio del espacio (risas).

Usted es uno de los mayores artistas cinéticos vivos del mundo. Desde esa categoría, ¿cree usted que existe una generación de relevo en el cinetismo?

No, los movimientos tienen un nacimiento, un desarrollo y se cumplen. Luego lo que viene son consecuencias. Decir que hay artistas cinéticos hoy día, es como decir que yo soy cubista. Eso yo lo rechazo y no tiene sentido. Sería decir que estás haciendo algo que ya fue inventado y muy bien resuelto por otras generaciones. Lo importante es que el cinetismo abrió caminos para expresarse de otra manera, que el arte puede estar en el espacio para crear acontecimientos. Las instalaciones son metáforas. Pueblan el espacio para decir el discurso.

Entonces, ¿esperamos por un nuevo discurso?

A pesar de las academias existentes, siempre hay alguien que tira la piedra, rompe la ventana y se abre un mundo nuevo. Estamos en vísperas de algo totalmente nuevo, que siempre lo he dicho. Nosotros seremos los últimos artistas tal como uno los concibe, ya será otro discurso, otra manera de ser, otro soporte. El arte siempre ha sido así, la superestructura de una sociedad. Anuncia lo que va a venir.

En una entrevista, usted reveló algo en lo que yo coincido: No cree en la suerte pues de niño jamás se ganó una rifa. (En este momento las risas son incontrolables y debemos detener la grabación. “También debes decir que es como cuando voy a pescar. Hay gente que me ha invitado pero yo no pesco ni uno”). ¿En qué cree usted realmente y cuál ha sido la base de su éxito?

He sido coherente e insistente. Está el presente y el momento justo. Si yo hubiese hecho esto en Venezuela, no hubiera funcionado. Allí no era el lugar. Ahora, cómo intuí yo que era aquí (París) el lugar. Tú puedes tener muy buenas ideas pero no estás en el sitio, o lo dices antes o lo dices después. Es condición. Yo no creo en la suerte, creo en ser eficaz. Uno no trabaja para hacerse rico, uno trabaja para la audiencia. Yo vine a exponer un discurso, a ser oído. (En Venezuela) Yo me sentía aislado, quería decir algo, por eso me vine a Francia. Hice un gran esfuerzo para poder decir lo que quería decir y que me oyeran. Pero para hacerte oír, debes ser coherente. Porque el arte es intangible. Tú puedes decir como Duchamp que cualquier cosa es arte, pero si no está bien argumentado y no defiendes tu verdad, y te contradices, ya nadie cree en ti.

¿Este sería quizás el mayor problema de nosotros los jóvenes hoy día? La contradicción.

Sí, hay una circunstancia que es la superinformación, y eso confunde a los jóvenes. Debes argumentar y defender hasta el final en lo que creas. Si no estás claro y convencido, te contradecirás. A mí me dijeron muchas veces: “¿Chico tu vas a seguir con esas rayitas? Eso no tiene futuro, ya está dicho, allí no hay nada que buscar”. Pero sí había que buscar, y profundizando, hemos llegado a lo que tú conoces hasta ahora. ¡Coherencia!

¿Qué opina de que su obra en Maiquetía, Color Aditivo, se haya convertido en símbolo de despedida de los venezolanos que se van, de desarraigo quizás?

¡Caramba, eso me duele profundamente! Yo he visto que todo el mundo se toma fotografías con sus pasaportes, dejando el país. Fíjate el arte se convierte en parte de la vida y forma parte de nuestras vivencias. El aeropuerto es una vivencia para el venezolano, como puede ser El Ávila. Lo que me duele es que mi obra sea justamente para la despedida del país, me conmueve mucho.

El Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela es un buen ejemplo de programa cultural al que se le ha dado continuidad, ¿cree usted que hace falta algo similar para la formación de niños y niñas de todos los estratos en cuanto a las artes plásticas?

No. Yo creo que lo que debe hacerse es enseñar a disfrutar del arte. No a hacer arte. Porque el artista es una persona muy particular. El arte no puede confundirse con el artesanado. Pintar sin tener un discurso nuevo no tiene sentido, por eso los artistas son muy pocos. Lo que el hombre agradece es la invención del arte, porque te da una información que no tenías. El deseo de todo artista es revelar algo nuevo, y eso es lo que atesoran los museos del mundo.

Partiendo de eso, ¿qué gana un pueblo instruido en la apreciación del arte?

Gana un placer profundo, su espíritu se engrandece. Lo que ha pasado con la música. Bueno a sí mismo la pintura, la poesía y la literatura, dan un placer específico que es lo que hay que estimular para que cada quien pueda disfrutar de la producción de los artistas. El arte es para la gente y por eso hay que acondicionar para que puedan recibirla con eficacia.

Una vez Lía Bermúdez contó que un día un mendigo de la Plaza Baralt, de Maracaibo, ingresó a la sala grande del Camlb donde se albergaba una exposición de su obra. (“Oh, Lía, una gran amiga, la quiero mucho”, exclama) El curioso indigente caminaba de un lado para otro extrañado de cómo los colores cambiaban a su paso. Lía le explicó el “milagro cromático” que ocurría. Al día siguiente volvió con otros dos compañeros. ¿Su obra está hecha para quienes no saben de arte?

El color es fascinante. Es una sorpresa continua. El indigente volvió porque ahí pasan cosas (risas). Son acontecimientos. El cinetismo arremete precisamente contra el intimismo que había llegado a la pintura. El arte es gestual. Lo importante del impresionismo era cuando el artista descargaba sus emociones al momento de pintar, que morían cuando su arte era colgada en un cuadro. Se producía una ruptura de la información. Con nosotros (los artistas del cinestimo) ya no sucede eso, y la gente descubre cosas.

¿Qué cree que le falta por hacer?

Yo siempre espero, y me ofrecen oportunidades para hacer. Yo las acepto o rechazo. Qué pudiera ser, bueno, un tren pudiera ser (risas). Pero, no sé, cualquier cosa, lo que pueda venir. Ahora me han pedido diseñar relojes y botellas de licores, yo los estudio. Si les puedo dar una solución, las acepto.

¿Qué mensaje le gustaría enviar a los venezolanos? Especialmente a los jóvenes que quieren “echarle pichón” a la vida.

Una de las cosas más difíciles para los jóvenes es entender su tiempo. El esfuerzo mayor que tiene que hacer la juventud es tratar de entender lo que está viviendo, porque da la impresión de que no se entiende. Hay que apartar los sentimientos y obedecer lo lógico. Nos falta pragmatismo. Todo es visceral, se piensa en el instante. Hay que ser pragmático, para desarrollar al máximo la capacidad de análisis y tratar de darle solución a lo que estamos viviendo.

Usted es llamado el Mago del Color. ¿De qué color sugiere que pintemos nuestra vida?

Con el color del porvenir.

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